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EN 2013 el vicepresidente del Senado Italiano, militante de la Liga Norte, comparó a la entonces ministra de Integración de su país, originaria del Congo, con un orangután. En aquel momento el senador no sólo no dimitió, como le pidieron varios políticos y ciudadanos, sino que calificó su ofensa racista como una broma simpática.
Un año después las cosas parecen haber cambiado. El senador ha tenido que recurrir a un exorcista. Y es que, según cuenta, ha sido víctima del mal de ojo, de la magia africana, de un ritual maléfico que ha llevado a cabo el padre congolés de la ministra en su África natal. Lo cierto es que el senador ha sufrido numerosas calamidades: han tenido que operarlo seis veces, su madre murió, tuvo un accidente y se fracturó dos vértebras y dos dedos. Por último, encontró una serpiente de dos metros en la cocina de su casa. Ahora el senador pide desesperadamente al padre de la ministra que retire su magia africana y casi promete convertirse en un ser humano mejor.
Según el National Geographic, la palabra orangután, de origen malayo, significa persona del bosque. Es decir, al revés que el senador, que compara, con el propósito de degradarlos, humanos (y humanas) con orangutanes, los malayos, más sabios, pretendían resaltar la inteligencia del orangután asimilándolo a los humanos.
Ese bosque al que pertenece el orangután tiene su equivalente en otras culturas y religiones. En Cuba, por ejemplo, donde hay gran influencia africana y de los negros congos, al Bosque se le llama Monte. Como dice Lydia Cabrera, la antropóloga y escritora cubana, el Monte es para los negros como la Iglesia para los blancos. En el Monte hay también santos, ánimas, espíritus. Y como en una Iglesia, al Monte no se entra sin respeto y compostura. "Sin cortesía", decía uno de los informantes de Lydia Cabrera, "el monte no da una hojita, ni nada que tenga virtud".
El senador italiano entró en el Monte sin ninguna compostura. Él, que es también dentista, pensaría que el mundo era una metáfora de su profesión, un lugar donde todo consiste en arrancar esos dientes ajenos que nunca nos gustaron. Pero en el Monte el saber odontológico no resulta demasiado útil: el Monte tiene sus propios saberes. Y esos saberes suelen volver cuando son negados, como vuelve también lo reprimido. Y es que África (parece descubrirlo el senador de la Liga Norte) está mucho más cerca de lo que nos imaginamos.
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