La esquina
José Aguilar
¿Tiene pruebas Aldama?
Admirables Soraya Sáenz de Santamaría y Andrea Ropero! La primera desenmascaró al intelectual orgánico de Podemos Monedero y la segunda ha dejado en cueros a ese Rasputín del todo a cien que es Rodríguez. Ambas han hecho morder el polvo a estos ridículos personajes, extrañamente empoderados pese a su banalidad, que creyeron que su estatura física, superior a la de las dos mujeres, les ayudaría a humillarlas públicamente. A las puertas del Congreso, Monedero, cuando el PP perdió la moción de censura, puso sus manos sobre los hombros de Sáenz de Santamaría con fuerza, como si quisiera hundirla en las alcantarillas de la historia y le dijo: "Me alegro que os vayáis". Santamaría lo noqueó con un "Esto es la democracia". El martes, en la toma de posesión de Mañueco, Ropero contestó con contundencia a Rodríguez que la acababa de empujar para apartarla de su jefa. "No voy a permitir que me empuje", le dijo al mentor, al camello ideológico y gorila ocasional de Ayuso. Ella, frágil en apariencia, se enfrentó al gigantón sudoroso que la agredía físicamente con palabras como espadas. Muñidor de mentiras y sofismas, este personaje, pese a que las cámaras habían grabado el empujón, arguyó que solo la había cogido del brazo. ¡Claro, para empujarla! Con alguna parte del cuerpo de Ropero había que chocar para impedir por la fuerza que formulase preguntas incómodas a Ayuso. Dos episodios profundamente simbólicos y esperanzadores. Hoy, hay mujeres no necesitan quijotes que se batan por ellas. Pero hace un siglo, todavía los caballeros se enzarzaban en duelos al amanecer para defender el honor de sus damas. Max Weber, considerado por muchos como uno de los padres fundadores de la sociología moderna, junto con Karl Marx y Emile Durkheim, retó a duelo en 1911 a un profesor de Heidelberg que había ofendido a su esposa Marianne, una de las primeras doctoras de la universidad alemana, haciendo circular un panfleto en el que se decía que el movimiento feminista que lideraba Marianne estaba integrado únicamente "por mujeres solteras, viudas, judías, estériles y mujeres que no son madres o no quieren cumplir con los deberes de una madre". Ni Sáenz de Santamaría ni Ropero han necesitado de un Will Smith que abofetee a los estúpidos varones que se atrevieron a agredirlas. Solo con palabras, les ganaron el pulso.
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