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La amistad de Ángel Ganivet con Miguel de Unamuno se remota al año 1891 cuando ambos coincidieron en Madrid para disputarse las cátedras de Griego de las universidades de Salamanca y Granada ante un tribunal presidido por Menéndez y Pelayo. Ambos aspirantes tenían unos 26 años de edad. Conversaron mientras duraba la oposición y nació de ahí una sincera amistad que fue retomada en 1898.
Ganivet no obtuvo su cátedra pero ambos mantuvieron una curiosa relación públicamente a través de El Defensor cruzándose cuatro largas cartas en este periódico. Unamuno mostró su interés por visitar Granada.
En 1903 Miguel de Unamuno, entonces rector de la Universidad de Salamanca, vino en el mes de septiembre. Fue invitado a dar unas conferencias sobre un tema muy de moda: la Pedagogía. De la que él mismo se declaraba ignorante, puesto que nunca dio clase a los niños y así lo manifestó públicamente ante los alumnos de Magisterio que llenaban el Paraninfo de la Universidad y la sala de conferencias de La Obra, una sociedad creada en 1900 cuya finalidad era promover la educación de los obreros; la presidía el doctor García Duarte. Temía que se estuviera utilizando a los niños como "anima vil", como conejillos de indias para hacer experimentos. Señala el peligro de que salgan más pedagogos que maestros. Lamenta el caso de algunos maestros que aborrecen a los niños. Y aconseja "dése al niño germen y no extractos; espíritu y no formas". Unamuno había oído hablar de los curiosos sistemas empleados en las Escuelas del Ave María de Granada por el sacerdote burgalés. De ahí su interés por conocerlos de cerca.
De aquella visita a las Escuelas dejó escrito esto el Padre Manjón: Miguel de Unamuno, rector de Salamanca y escritor un tanto raro y averiado, ha visitado por cuatro horas el Ave María y prometió volver. Me ha parecido ilustrado, simpático, no católico; le gusta se hable de él, y goza con decir lo contrario de lo que todo el mundo diga. En el Ave María le sucedió un chasco; preguntó qué significaba un triángulo que había en la rayuela frente a Isabel II, le dije que la Masonería que la destronó y nos impuso la revolución y se quedó pasando saliva un rato…Me dijo, continúa Manjón, que se reservaba emitir juicio definitivo sobre el Ave María; pero que le había producido penosa impresión el no ver allí a los hijos de los ricos.
No debieron caerle muy bien a don Andrés las impresiones de Unamuno sobre las Escuelas; aunque la antipatía debía ser mutua. Manjón había dejado escrito esto en su Diario en 1900: Leí cosas raras de un medio chiflado, medio científico, medio cristiano, medio pagano, llamado Miguel de Unamuno sobre Enseñanza Superior.
Aunque Unamuno acabó reconociendo que aquellas escuelas eran un "hermoso espectáculo de Naturaleza". Así parece que lo dejó escrito en el álbum de firmas de las Escuelas en el que resulta que una de las primeras firmas de personajes reconocidos es precisamente la de Miguel de Unamuno. Montero Vives tuvo la paciencia de publicar en un libro todas estas visitas.
Este viaje lo recogió luego don Miguel en su obra Andanzas y visiones españolas y si no le gustaron demasiado las Escuelas del Ave María por lo menos sí que se quedó admirado de su paseo por el Albaicín: "en Granada pasé una de mis quincenas más repletas de vida. Gocé en el Albaicín todo blanco de recuerdos. Mientras viva recordaré aquella santa caída de la tarde". Unamuno, como tantos otros, se adelantó a Bill Clinton en el Mirador de San Nicolás
Granada ha dedicado una bonita calle a Miguel de Unamuno pero habría que darle premio extraordinario al que averigüe dónde está. Por lo menos a mí me ha costado encontrarla.
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