La Rayuela
Lola Quero
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Mirada alrededor
NOVIEMBRE es el mes de Falla, el de su muerte, en Alta Gracia, el día 14, y el de su nacimiento, el 23, en Cádiz. Sus 20 años en Granada marcaron la ciudad musicalmente. Por eso es de agradecer las realizaciones que se realizan este mes -OCG, archivo del compositor-, pero este año, muy especialmente, la iniciativa de la Real Academia de Bellas Artes de ofrecer un magno concierto en la Catedral, el pasado sábado, en recuerdo de los académicos fallecidos, donde se estrenaron seis obras de tres académicos, granadinos o vinculados hace tiempo a la ciudad como José García Román, Juan Alfonso García y Francisco González Pastor, del que éste periódico les ha dado cumplida cuenta. La presencia desinteresada de la Filarmónica de Málaga -que tanto hace por la música de hoy-, el coro de voces blancas, la Coral Laude de PP Escolapios y el coro de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Granada reunieron a más de doscientos intérpretes y miles de personas llenaron a rebosar el templo, tras una cola inmensa, infrecuente para asistir a un concierto.
Por este colosal esfuerzo hay que calificar esta jornada como histórica para la música en Granada. En primer lugar, por la importancia de las obras estrenadas, reflejo de lo que los autores de hoy pueden hacer en la llamada 'música religiosa', siguiendo la grandiosa tradición de todos los tiempos, desde Victoria a Beethoven, desde Bach o Mozart a Brahms o Verdi. Fue un concierto memorable, revelador del alto nivel y hasta el genio de sus autores. La claridad y precisión de González Pastor, el poder de comunicabilidad de la música de García Román, en la línea genial de su Réquiem -admirable fue su Psalmus XXII, como emocionante y cálido fue In Paradisum, con la inclusión de las voces blancas- o la expresividad íntima de Juan Alfonso García, en la revisión orquestal de Epliclesis y, sobre todo, en la unción de ese aliento que suena a oración final de Nunc Dimitis, una de las obras más bellas que he escuchado del que ha sido durante tiempo organista de la catedral. A veces, los sonidos orquestales y corales recordaban los que arrancaban de los órganos del templo. Pero también, de su corazón.
Sábado para la emoción, para el disfrute pleno de seis obras de hoy, con mensaje de siempre, del que tendremos que hablar más despacio, porque quedarán como una fecha histórica para la cultura, para la Academia y, sobre todo, para una ciudad. Falla, seguro, que se hubiera emocionado, como todos, ante tanta maestría, altura y trascendencia de un mensaje universal realizado en una ciudad que, de esta forma, sí puede alardear de ser un símbolo cultural de primera categoría. Este mirada tenía que detenerse, y recrearse, en este acontecimiento y subrayar los esfuerzos creadores de la gente que trabaja entre nosotros.
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