Gafas de cerca
Tacho Rufino
Un juego de suma fea
Pensándolo mejor
ADEMÁS de la 'crisis', la semana pasada hubo dos noticias que han dado mucho en que pensar y comentar. Una es absolutamente banal (lo de la 'miembra'), la otra es de más calado (el ya famoso 'no' de Irlanda).
Ambas noticias tienen algo en común. A la ministra Aído le han llovido críticas, burlas y hasta insultos. Muchos se han pasado cuarenta pueblos al insistir en el error gramatical con tal vehemencia que se les ve el plumero. Hacen mal, porque, gracias a los archivos, fácilmente accesibles de internet, se puede acumular cientos de meteduras de pata de ministros que dejarían a Aído en muy buen lugar. Vamos, que casi todas las críticas sólo reflejan un machismo puro y duro.
La reacción peleona, loable y digna de la ministra guarda una estrecha relación con los comentarios que se leen por ahí sobre Irlanda. Que gracias a la UE, ha pasado de ser un muerto de hambre a ser un ricachón insolidario, que es una isla egoísta incapaz de pensar en la unidad europea, o que sólo piensa en el dinero. Ambas reacciones, además de injustificadas, están basadas en aquella incultura e insolidaridad que ellos mismos pretenden condenar.
Pero no hay 'ying' sin 'yang'. Resulta que los aburridos e interminables comentarios sobre la 'miembra' han derivado en largas conversaciones gramaticales en que se aluden a numerosos expertos en gramática, las funciones de la RAE y hasta el papel de la sociolingüística, disciplina prácticamente desconocida hasta la aparición de la polémica. ¡La gramática ha llegado hasta los bares a mediodía! ¡Milagro! Afortunadamente, se ha dejado a la ministra en paz y todos sabemos un poco más del funcionamiento del idioma y de las instituciones lingüísticas. Ella también.
En cambio, lo de Irlanda es puro Freud. En el fondo, muchos europeos tienen envidia al único país donde se permite una consulta sobre un asunto tan trascendental. Los demás tenemos que pasar por el trágala y a cruzar los dedos. Esta UE se parece cada día más a un sindicato vertical franquista donde nadie sabía el significado de la palabra 'participación'.
Bruselas, en su sabiduría, ha acabado con varios sectores socioeconómicos por no se sabe muy bien qué necesidades de macroeconomía. Por no ir más lejos, la dejadez de Aznar y compañía -acompañada de intereses oscuros- acabó con nuestra industria de pesca en Marruecos en beneficio de la industria pesquera de países comunitarios del Mar del Norte.
Mientras estudiemos gramática de nuevo, debemos exigir más participación ciudadana en la construcción de Europa, meta que nos interesa a todos, no sólo a cuatro empresarios metidos a politicuchos.
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