La Rayuela
Lola Quero
Nadal ya no es de este tiempo
ASISTIMOS estupefactos a una noticia que venía a desempolvar lo más deleznable de la época de los comisarios políticos. El novelista checo Milan Kundera era acusado de haber delatado a un disidente en los años del comunismo en su país. Un historiador compatriota sacaba a la luz un informe del Ministerio del Interior de la antigua Checoslovaquia en el que quedaba demostrada su felonía. Además, había una mujer de por medio. Amores, traiciones, espionaje… como en sus novelas.
El viejo axioma de que la realidad imita al arte, se hacía especialmente sarcástico. Cierto o no, el valor de su obra no se modificará, pero la sombra de la sospecha y el peso de la duda quedan sembrados.
El caso recordaba al de Günter Grass, que admitió haber pertenecido al partido nazi en sus años mozos, con la diferencia de que Kundera se apresuró a negar la acusación. Ahí está el quid de la cuestión. Se convierte en algo superfluo que la noticia, difundida por la red vertiginosamente, sea fundada o falsa. Es el indeleble resplandor que la calumnia deja tras de sí el que alumbra los medios. La indignación se ha instalado entre la intelectualidad que ha mostrado su apoyo con el novelista. Los nombres más eminentes del pensamiento y de las letras como García Márquez, Pamuk, Rushdie, Goytisolo, Semprún, Fuentes, Houellebecq o Lévy han calificado de campaña de difamación la noticia.
Cuando aún no nos habíamos recuperado de esta delación, nos topamos con otra noticia que implica el triunfo de la sinrazón y la maledicencia: el anuncio de Luis García Montero de que abandona provisionalmente su puesto de profesor en la UGR a raíz de una sentencia con la que se ha cerrado en falso una absurda polémica. La mejor hostia es la que no se da, dice el saber popular, y el cansancio de García Montero es más que comprensible, pero la perturbación mental es la más benigna de las interpretaciones que puedan hacerse de una mente capaz de definir a Lorca como un fascista y Ayala como un aliado del fascismo. Una sentencia que protege lo que alguien ha calificado como una desviación de la libertad de cátedra, debería ser recurrida. Dicho sea desde el apoyo a uno de las personas más valiosas de esta universidad.
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