Cambio de sentido
Carmen Camacho
¡Oh, llama de amor propio!
cámara subjetiva
ENTRE el ruido y la furia que nos envuelve, andamos cabizbajos, con pocas vías de escape. Pocas ilusiones y pocas posibilidades culturales, todas sufriendo restricciones sin fin.
Y sin embargo hay un inesperado faro en medio del abatimiento generalizado. Una luz escondida. Para que se encienda sólo hay que acudir a un reclamo en el mismo corazón de Granada, junto al Teatro Isabel la Católica, en la Sala de Exposiciones de Caja Granada. Sólo tenemos que cruzar una puerta. Entonces comprobaremos que un verdadero acontecimiento ha ocurrido allí: reunir para nuestra ciudad una especialísima y amplia muestra de la obra del gran pintor Ramón Gaya, murciano y universal. Una figura que hasta ahora no había tenido entre nosotros la acogida que merece.
A Caja Granada, pero también al Museo Ramón Gaya de Murcia, con su director, Manuel Fernández-Delgado, al frente, le debemos esta especie de milagro en los malos tiempos. El Museo Ramón Gaya es un museo ejemplar, preocupado, como el propio pintor, por la literatura, la poesía, por aquello que nos pueda enriquecer, culturalmente hablando.
La exposición, titulada Pintura, Verso y Prosa, que reúne obra representativa de todas las épocas del pintor, esconde un secreto muy suyo, ese conocimiento especial de su pintura, que sabe ser profunda y al mismo tiempo ágil, sugerente, ligera. Y llevarnos de la mano a la historia y al recuerdo, a los clásicos de nuestra pintura y nuestra poesía. Sus diversos y magníficos homenajes a Velázquez, Murillo, Tiziano, a sus amigos poetas, Cernuda, Juan Ramón, etc., recogidos en esta exposición, son de una delicadeza única. Admirador de los grandes maestros, supo hacer una interpretación sutilísima de los clásicos. Poeta y prosista también, quiere mostrarnos en su pintura lo interior que nos habita. Los trazos de sus cuadros, como las líneas de sus versos, buscan decir la intimidad, ese espíritu que arde por dentro dándonos vida.
Sabida es su conexión con la generación poética del 27 y con la intelectualidad republicana. Fue un exiliado acogido, como otros republicanos españoles, en México. A su vuelta a Europa, en los años cincuenta vivió sobre todo en Italia. Su etapa italiana está representada en esta exposición con bellísimos cuadros: Las luces del Ponte Vecchio, Atardecer romano… En los setenta volvió a España. A Granada la hallamos entre dos emociones: Torres de la Alhambra y Patios del Albaicín.
También se exponen poemas, fotografías: vida y obra en la suave luz de sus colores.
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