Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Por libre
Mirada alrededor
YA que estamos en el bicentenario de Larra, no viene mal insistir en la actualidad de muchos de sus artículos y expresiones. Sobre todo aquél que se refiere a las palabras al derecho o al revés. "Donde hay un hombre -o una mujer, añadiríamos hoy- sólo encontraremos palabras". Con las renovaciones de los Gobiernos en Madrid y en Sevilla estamos asistiendo a una lluvia de ejercicios verbales que, no dudo, corresponden a buenas intenciones, pero que los que tenemos cierta memoria histórica por haber visto pasar a tantos -y tantas- por los escenarios de la vida pública, nos hacen escucharlas con el escepticismo que da el tiempo. Es muy difícil que algo suene a nuevo. La palabra cambio, por ejemplo, está tan desgastada que se parece a las protocolarias felicitaciones que nos cruzamos cada uno de enero. Ni siquiera los cambios de chaqueta que hacen políticos -y políticas-, yéndose de un lugar a otro, de un partido a otro, incluso pasándose por el arco del triunfo el voto que recibieron de los incautos ciudadanos para realizar una labor concreta, es novedoso.
En Andalucía -que no sé ya por qué modernización vamos- nos van a llover palabras y más palabras con el relevo de gobierno. Pero me temo que las vamos a escuchar como escuchamos la lluvia golpeando los cristales. El millón de parados -más de cuatro en todo el país-, las únicas palabras que entenderían sería una llamada ofreciéndoles un empleo. No una limosna, sino una forma digna de realización personal y familiar. También las provincias menos privilegiadas y atendidas de la región pensarán, con razón, que la descentralización no es dar más poder a los delegados de la Junta, sino acabar con el llamado centralismo sevillano y repartir el poder político, social, cultural, etc. por las capitales y pueblos de esta región.
Granada sabe bastante de las distancias en que han quedado sus expectativas cuando nos lanzamos a la obtención del máximo nivel autonómico para Andalucía. El centralismo madrileño no nos dejó mucho en herencia, pero tampoco el centralismo sevillano. Aquí, incluso, se ha perdido mucho poder, se han rebajado expectativas y todo ha ido a remolque y atrasado. Así que hoy, más que palabras, esperamos hechos concretos. Muchas actividades importantes -Milenio, Teatro de la Ópera, Festivales, gran museo, la orquesta sinfónica en que debe convertirse la OCG, por referirnos sólo a hechos de rasgo cultural, en el que Granada debería tener una presencia que no tiene en la región- están a la espera de un impulso definitivo. Así que no nos valdrán palabras que se las llevan el viento, el tiempo y los cambios de carteras, con la vista puesta en el sol que más calienta. Un sol que no siempre es bajo el que prometieron derretirse.
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