Milena Rodríguez / Gutiérrez

Paraíso vial

Mar adentro

18 de noviembre 2015 - 01:00

NO sé si con motivo de las próximas elecciones generales o debido a alguna otra misteriosa razón, están llegando a las casas españolas unos curiosos folletos enviados por la Dirección General de Tráfico, titulados DGT 3.0 Hacia una movilidad inteligente. Yo acabo de recibir el que me toca.

El folleto en cuestión nos anuncia la llegada de un mundo nuevo. Nos cuenta la buena nueva de una especie de paraíso vial al que arribaremos en los próximos años (¿o serán, acaso, meses?; este dato no queda demasiado claro), gracias a la labor de la DGT y a su uso de las facilidades tecnológicas que nos brinda la llamada sociedad de la información (con mayúsculas, en el folleto). El paraíso vial llegará en forma de una plataforma digital que constituirá "un lugar de encuentro y no de exclusión" (aseguro que cito textualmente), donde estarán conectados, todo el tiempo y en la misma red, odos los usuarios de la vía; así, el "usuario-peatón", el "usuario-conductor", el "usuario-motociclista" y el "usuario-ciclista" (vuelvo a asegurar que cito textualmente). La mágica plataforma nos mantendrá a todos interconectados e intercomunicados, al menos mientras dure nuestra vida en la vía. Su eficacia será tal que, incluso, podrá "intercomunicar al usuario-conductor y al usuario-ciclista o usuario-peatón sobre su mutua proximidad y punto de encuentro previsto, de forma que puedan extremar las precauciones". En definitiva, el propósito de la Plataforma prometida será conseguir los objetivos de la "visión 0", que la DGT explica del siguiente modo: "0 fallecidos, 0 lesionados, 0 congestión, 0 emisiones". En un luminoso y cercano futuro, viene a decirnos la DGT, el reino de los cielos se hará real en la vía pública, en las calles españolas: allí nadie chocará con nadie; nadie se saltará la roja de un semáforo; nadie cruzará por donde no debe; nadie conducirá borracho ni arrollará a otro.

En un mundo que se ha vuelto absolutamente bruto y sin sentido, en el que a las 11 de la noche pueden explotar unos terroristas en medio de un concierto de rock, o donde pueden acribillarte en un restaurante, resulta, sin duda, un enorme consuelo y produce una gran tranquilidad y serenidad de espíritu, saber que la DGT está ahí, velando por todos, tan organizada, tan inteligentemente. Cuando el mal aceche, pensaremos en la DGT, en el mundo del tráfico, convertido, de pronto, en nuestro gran remanso de paz.

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