Notas al margen
David Fernández
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Su propio afán
Los datos que emanan de la encuesta para The Family Watch son preocupantes y raros. En el Barómetro de la Familia en España que publican cada año llama la atención la cantidad de menores de 45 (más de un 80%) que prefieren viajar antes que formar una familia en un plazo de 5 años. Por supuesto, hay que tomarlo cum grano salis, como a todas las encuestas. Porque no es lo mismo que tu prioridad sea viajar con 19 años que lo sea con 44. También cuesta ponerse solemne y romántico ante un entrevistador de una encuesta. A veces uno dice “viajar” y quiere decir lejos de este cuestionario. Y hasta puede ser honesto, porque formar una familia acontece sin que uno haga previos planes estratégicos. Escribe el joven José María Contreras, autor de Niños apocalípticos, que a él los niños no le gustan preconcebidamente, pero sí Matilde, su mujer, que le gusta mucho, y una cosa lleva a la otra.
El asunto, con todo, es preocupante porque tenemos la pirámide poblacional amenazando ruina. Y raro por lo de querer viajar a toda costa (o montaña). ¿Viajar? Puedo entender prioridades distintas que formar una familia. Por supuesto, una vocación. Desde luego, la religiosa. El celibato es de una nobleza y una generosidad tal que se entiende la manía diabólica que le tienen todos los mediocres. Y hay muchas vocaciones profesionales e intelectuales tan poderosas que justifican un cambio de prioridades. Otra razón excelente es no encontrar a la persona adecuada con quien emprender la aventura.
¡Pero ¿viajar?! Siempre he admirado la expresión “pegarse un viaje”, por lo que viajar tiene de paliza (precios, horarios, incomodidades continuas, superficialidad general, cansancio crónico, nerviosismo y pérdidas). Incluso se ha acortado la metáfora y se habla de un “viaje” cuando te lo dan. ¡Y que eso sea la prioridad de un 80% de jóvenes…! Tal vez se trate de una inconsciente escapatoria: viajar para que la pirámide no se nos desplome encima.
Entendiéndolo o no, no diré a nadie lo que tiene que hacer, pero sí le pediré que no deje que se lo digan otros, ni con publicidad subliminal. Hay millones de opciones valiosas de vida (tantas como seres humanos, porque ningún destino es igual al de otro, como no lo es ningún rostro ni lo son las huellas dactilares); pero sí urge recordar que ser padre de familia (y madre, por lo que me cuentan al oído) es uno de los más maravillosos y plenos. El viaje de una vida.
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