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David Fernández
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Durante los primeros años del franquismo casi nadie vivía del periodismo. No era considerado un oficio y muy pocos podían vivir de él. En aquella época los informadores tenían un sueldo tan escaso que cuando iban a cubrir los ecos de sociedad (bodas, pedidas de mano y puestas de largo de las doncellas) se llevaban un abrigo con los bolsillos tapizados de hule para meter en ellos parte de las viandas que les ofrecían. "¡Qué paradoja esta de venir a comer langostinos para llevar un plato de lentejas a mi casa!", escribió un plumilla de aquellos tiempos. O aquella famosa anécdota de la criada que avisa a la condesa de que han llegado los periodistas. "Que entren y que les echen de comer", dijo la noble. Con el postfranquismo y la Transición el periodismo vivió una época dorada. También en plena democracia fue considerado un pilar básico para conseguir las libertades. Pero ¡ay!, llegaron la crisis y las nuevas tecnologías y hemos vuelto a la casilla de salida. Los bolsillos de los periodistas vuelven a estar con los bolsillos forrados de hule.
Esta profesión está pagando los errores de muchos editores y dueños de medios de comunicación que no han sabido ver o no han podido adaptarse a los nuevos modelos de negocio que ha traído la irrupción de las nuevas tecnologías. También tenemos que reivindicarnos en una sociedad que ha llegado a pensar que no es necesaria una información de calidad y que los periodistas se pueden sustituir por los voceros e informantes de las redes que, llegado el caso, son capaces de difundir las famosas fake news (noticias falsas) con la velocidad de un rumor en un lavadero público. Esa desilusión crece cuando los nuevos periodistas comprueban que no pueden vivir de su trabajo, con míseros sueldos y sesiones de diez o doce horas en contratos enmascarados de medias jornadas. Es una de las profesiones que más ha sufrido regulaciones de empleo y con más precariedad laboral. Pero pienso que no es el periodismo lo que está en crisis, sino su modelo industrial. En el periodismo lo esencial es el contenido, no sus soportes. Sólo hay un periodismo, el que hacen periodistas solventes con preparación específica para acceder a los hechos, transmitirlos e interpretarlos según un método crítico y unas reglas éticas. Ayer fue San Francisco de Sales, patrón de los periodistas, el santo al que ayudaban a escribir los ángeles. Otrora celebrábamos por todo lo alto esta onomástica. Me temo que hoy día muchos periodistas no tienen nada que celebrar.
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