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DESDE la época en que Woody Guthrie paseaba por las extensas llanuras del Medio Oeste norteamericano el incendiario lema grabado sobre su guitarra, aquel nada conciliador "Esta máquina mata fascistas", la relación entre música y política no ha hecho más que alimentar un debate al que ningún músico ha podido sustraerse. Incluso aquellos que pretenden mantenerse al margen evitando pronunciarse, adoptan con ello una postura políticamente muy explícita. En la hermosísima Waiting for the great leap forwards, Billy Bragg -ese sí que no se tapaba- hablaba de mezclar pop y política, seguramente su especialidad. Asistimos estos días a la monumental bronca que hay montada con motivo del anunciado concierto Paz sin Fronteras, que se celebrará, si la autoridad no lo impide, el próximo 20 de septiembre en La Habana. Como vds. saben, el colombiano Juanes y Miguel Bosé, a la cabeza de un grupo de artistas de variada adscripción política, tratan a contrarreloj de despejar de obstáculos el camino de su celebración. El sector más recalcitrante del exilio cubano anda soliviantado desde que conoció su intención de dar este recital. Bajo el argumento de que será utilizado políticamente por el régimen, los cubanos de Miami queman y destrozan a martillazos discos del cantante, que además ha denunciado agresiones y amenazas. Mientras artistas de primer nivel han renunciado a participar -Enrique Iglesias, Ricky Martin o Maná- los impulsores defienden el evento con el razonamiento de que el destinatario es el pueblo cubano y no sus dirigentes. Y en eso tienen razón. ¿Por qué puedo ir a España y no cantarle a su presidente y si voy a Cuba estoy cantando a Castro? Se defiende Juanes. Con la confirmación de Silvio Rodríguez o Amaury Pérez, dos reconocidos castristas, la tabla de salvación del proyecto se centra ahora en la participación de Gorki Águila, líder del grupo Porno para Ricardo, un rockero que ha pagado su disidencia con la cárcel, y sobre el que se centran las miradas de todos. Los organizadores callarán muchas bocas si consiguen que se suba al escenario de La Habana; por el contrario, los anti-castristas esperan que finalmente se cancele su concurso. Para ellos sería la evidencia de la manipulación política que pretende hacer el régimen del anunciado evento.
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