Érase una vez
Agustín Martínez
Presupuestos?‘destroyer’ para Granada
La colmena
No hay aniversario sin nostalgia. Es lo que tiene contar la historia de una ciudad: en cuanto recorres el álbum de fotografías y titulares que hilvanan la hemeroteca, los personajes cobran vida. Y las conversaciones. De quienes pusieron las firmas e inmortalizaron el momento y de quienes accedieron pacientes -ilusionados unas veces; cabreados otros- a seguir el exigente guión del insaciable periodista. El efecto de la adrenalina no te lo enseñan en las facultades pero se inocula en las venas el primer día que pisas una redacción.
Esta semana, dos de los periodistas más respetados y veteranos de esta ciudad han reconstruido en primera persona la salida de Granada Hoy: Ramón Ramos pilotando el proyecto en la Avenida de la Constitución y Andrés Cárdenas desvelándonos los nervios expectantes desde el Polígono Asegra. Ideal volvía a tener competencia. Se acababa lo de contar una rueda de prensa dos días después y la recurrente amenaza del "silencio informativo" ya no sería tan infalible. Las noticias (al menos no todas) no les caerían a sus redactores por la chimenea y el pastel publicitario (institucional y empresarial) se tendría que repartir. Había que trabajar.
Como todos los periodistas de mi generación, yo también crecí en la escuela de Ideal -la verdad es que no había muchas opciones de elección- y no sólo pude aprender con magníficos profesionales los pilares del oficio -Luis Muñoz y Fernando Velasco llevaban el peso de la Redacción y periodistas como Amina Nasser marcaban el pulso informativo-, también empecé a desarrollar un sexto sentido para esquivar a los egocéntricos y tramposos que van de divos del periodismo -les dejo a ustedes que piensen los nombres- y acercarme a los que realmente te pueden aportar. En lo personal y en lo profesional.
Aquí sí me mojo. Las casualidades -y oportunidades- de la vida. Buena parte de las bajas por maternidad de Marga Méndez me permitieron meterme de lleno en la Agencia Efe. Miguel Ángel del Hoyo, Santiago Sevilla y Juan Ignacio Pérez me lo enseñaron todo en tiempo récord. ¡Qué intensos, estresantes y divertidos los años de Kiki en esta ciudad! Y qué desconcertantes me resultaban entonces las intermitentes etapas de Ramón Ramos en la agencia. Era como el Guadiana. Llegaba y desaparecía sin muchas explicaciones, me desarmaba con su colección de borderías -"malafollá" aprendería luego- y me metía una caña tremenda. Fueron mis cuatro fantásticos en esto del periodismo. Con días frenéticos y noches interminables en la que seguíamos arreglando y desarreglando el mundo en un bucle infinito de complicidades que desembocaría en el germen de lo que hoy es Granada Hoy.
El 14 de septiembre de 2003, Grupo Joly continuaba su expansión como referente editorial en Andalucía con su implantación en Granada. Ramón Ramos se puso al frente y nos subió a todos al proyecto. Alejandro Víctor se vino de El País, Juan Prieto y El Máquina tomaron las riendas de Deportes y a mí me dio el lujo de dirigir Actual, un suplemento diario de 16 páginas dedicado a la cultura. Inaudito entonces e inasumible hoy cuando la crisis del papel llama insistentemente a nuestras puertas. Con Jesús Arias descubrí que se puede ser brillante en diez minutos y con Alejandro Víctor y Lola Quero que, tan importante como las exclusivas, es tener visión y criterio.
Luego llegó la crisis, la de verdad, cambió la mancheta y la vida se encargó de resituarnos a todos. La fotografía de 2003 nada tiene que ver con la de 2018 y poco se parecerá a la del 20 aniversario. Pero Granada Hoy es la suma de todas ellas: la de la gran fiesta del Hospital Real de hace quince años y la de la tarta de Casa Ysla que soplamos este viernes en nuestra sede en la Cámara de Comercio. Así debe ser... Los periódicos son la memoria de una ciudad pero también forman parte de ella. Y lo son por quienes están y por quienes faltan; por lo que hicimos y por lo que se nos resistió. Dicen que envejecer es un continuo proceso de pérdida. Caminar también lo es y no hay ningún antídoto; sólo el placebo de la nostalgia.
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