Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
Federico tituló uno de sus dramas cumbre Yerma y retrató magistralmente la amarga frustración reproductora con resultado de desconsuelo atroz. La infertilidad como fracaso existencial insoportable.
Mucho ha llovido desde que se alumbró esta obra. El suficiente como para que el drama cambie de lado de la balanza y que la tasa de fertilidad de un país entero vaya camino de que el relevo generacional sea imposible en unas décadas si no superamos pronto los dos hijos de media.
En Japón están aún peor y ya se plantean crear un ministerio para la natalidad y la familia. Se mueren de viejos con todos los adelantos médicos pero sin nadie que les de la mano mientras cuida de ellos.
Si a la infertilidad voluntaria le sumas las cifras crecientes de abortos ultra libres comprendes que reproducción y libertad se viven como opcionales y que de ese error estos lodos estadísticos.
Además, los efectos de la contracepción excesiva dan como resultado desarreglos profundos en los organismos muchas veces irreversibles. Sé de mujeres que ya se rebelan y quieren regresar a los ciclos naturales de su cuerpo sin hormonarse con tal desafuero.
También nuestros espermatozoides pierden brío con tanto dominar impulsos y buscar dopamina en las pantallas. Este esperma tan cauto ya hasta desiste de provocar iniciativas que puedan ser usadas en su contra.
Nadie tiene la solución en exclusiva a este ocaso natalicio pero hay pistas. No puedes convertir ser padres en un acto de heroísmo económico sin poder casi desarrollarte como persona. Tener hijos debería debería devolverse a la normalidad razonable en igualdad real, sin penalizaciones. Que pase a ser una cuestión de Estado puede despejar dudas al respecto.
Nadie afirma poder permitirse más hijos. Bueno. Cada cual hace sus cuentas pero tener más de dos o tres bien atendidos está claro que es cosa de iluminados, inconscientes o ricachos. Pero a este paso pronto no existirán ni hermanos, lugar que pasarán a ocupar los mismos primos.
Tan libérrimos todos, nosotros mismos solitos nos hemos autoimpuesto lo que en China tuvo que hacerse con leyes natalicias.
El resultado de esta exaltación de semejante individualidad economicista/narcisista es que nos vamos quedando yermos, solos, ocupadísimos en acumular experiencias no vaya a ser que nos dé por pensar menos en nuestro ombligo y nos quedemos encandilados en cualquier escaparate mirando con arrobo los trapitos diminutos de nuestros inexistentes niños.
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