Envío
Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
Es Lunes Santo. Estas líneas las lees no sé cuándo ni dónde, pero este que osa escribirte ha tecleado estas líneas en la calle Ganivet el Domingo de Ramos mientras pasan por delante de sus ojos los nazarenos de La Borriquilla.
Entiendo que no creas, que creas pero que no te guste la Semana Santa; o que entiendas que la fe se debe vivir en el interior de cada uno.
Hoy me he propuesto convencerte de que la Semana Santa no solo es importante porque mueve a miles de personas, sino de que debemos apoyarla todo el año. Las procesiones de estos días tienen todo el valor religioso que conocemos pero también tiene un valor económico imprescindible para una economía como la de Granada que aún depende, en gran medida, de que el turismo vaya bien.
Las hermandades mueven a miles de personas en Granada, su labor social en el entorno de cada una de ellas es impresionante e imprescindible; su impacto económico en muchos oficios que dependen de su existencia y su actividad es cada día más; su culto público atrae a miles y miles de personas a la ciudad; y su mera existencia durante los 365 días del año supone un gran valor para una Granada que garantiza un tejido asociativo casi insuperable, ni siquiera por las asociaciones de vecinos.
Si después de esto aún me sigues diciendo que la fe debe vivirse en el corazón de cada uno sin hacerse pública, apelo simplemente a la tradición. Amar la tradición nada tiene que ver con ser tradicional. Al revés: un pueblo que conoce su pasado, celebra sus fiestas y se enorgullece de ello; un pueblo que ama todo aquello bueno que ha heredado de sus ancestros y lo pone en práctica, es un pueblo perfectamente preparado para conquistar con mejores garantías su futuro.
Quizás no creas o creas que la fe debe vivirse en el interior. Yo creo que manifestar las creencias de cada uno como hacemos los cofrades en la Semana Santa es promover nuestra cultura, nuestra música, nuestra forma de entender la vida. Una procesión como las de estos días es algo más que una simple manifestación de fe. Es vida, es cultura, es folclore, es música, es un canto a los sentidos, es olor, es recuerdo a quienes ya no están y se emocionaron antes, es vida, es la vida.
Entiendo que las costumbres, que las tradiciones, cambian o pueden cambiar. Entiendo que el estado debe ser aconfesional pero de ahí a evitar, a ignorar conscientemente el hecho religioso, es una mala práctica para una sociedad que está falta de valores. Y los valores que aporta la fe, los que todos podemos compartir, son necesarios en nuestra sociedad si entendemos que el mensaje de ese Cristo que pasea por nuestras calles es solo el de amar a todos, incluso a quienes nos fastidia. ¿Te imaginas una sociedad donde imperara el amor, donde todas las decisiones, desde las familiares a las mundiales, se tomaran bajo ese espíritu de respeto y amor?
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