Érase una vez
Agustín Martínez
Presupuestos?‘destroyer’ para Granada
La agresión a un adolescente por parte de dos compañeros en el Instituto de Alhama nos obliga a reflexionar sobre la violencia en los centros educativos. Es cierto que se trata de un caso puntual, por su gravedad, pero existe el riesgo de que se generalicen estos episodios. Vivimos en una sociedad polarizada y la violencia es una consecuencia última de esa polarización. Además, la adolescencia ha normalizado la violencia, tanto la de ficción como la real, a través de las imágenes de sus pantallas o de la televisión. Y, para completar el puzzle, en los institutos públicos cada vez hay más diversidad social y cultural, lo que hace más compleja la convivencia.
Ante esta situación, no se puede mirar para otro lado. Es necesario actuar desde distintos frentes pero especialmente desde el interior de los propios centros, en los que los equipos directivos cumplen una labor fundamental. La asociación de directoras y directores de instituto de Andalucía ha levantado la voz pidiendo más recursos materiales y humanos para abordar la compleja situación. Hay que escuchar a los que están a pie de obra pero, sobre todo, hay que reconocerles su autoridad y dejarles suficientes horas para la gestión del centro. Parece que la administración educativa de Andalucía camina en la dirección contraria pues denuncian la reducción de las horas que tenían para actividades como la prevención de la violencia o del suicidio. Es un error en cuanto la labor preventiva resulta fundamental. Permite detectar el carácter violento o conflictivo de un alumno y poner los medios necesarios para el tratamiento individualizado de esa situación, no sólo en el ámbito educativo sino también en el social. Finalmente, debe difundirse cada vez con más relevancia la cultura de la paz y la no violencia. Supone nadar contracorriente pero no se puede cejar en el empeño. En relación a nuestros jóvenes, debemos desterrar del lenguaje común mientras que, lamentablemente, oímos demasiado como que la agresividad es cosa de la edad o que los machotes resuelven sus problemas a golpes.
El desarrollo de estas políticas requiere esos medios materiales y humanos que reclaman los directores y, en consecuencia, una inversión económica por parte de la administración educativa. Siempre existirá la tentación de tratar estos sucesos como problemas de seguridad pública mientras continúa deteriorándose el sistema educativo, al igual que los restantes servicios públicos de Andalucía. Lo único que conseguiremos con ello es que nuestras escuelas se parezcan cada día más a las de Estados Unidos.
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