Cambio de sentido
Carmen Camacho
¡Oh, llama de amor propio!
Bloguero de arrabal
EN 1939, el mundo estaba perfectamente compartimentado. O, al menos, así lo veía León Felipe, poeta exiliado en México. En su poema Cancioneta coloca, irónicamente, a cada uno en su sitio: "El burgués tiene la mesa, / la iglesia tiene la misa, /el proletario la masa /y el fascismo la camisa. / ¡Qué divertido es el mundo! / ¡Ay qué risa, ay qué risa! / Dando vueltas, dando vueltas / tan de prisa, / con la mesa, / con la misa, con la masa / y la camisa". Hoy, en Granada, las cosas no son tan claras. Salvo que entonces llegaba el tren a la ciudad y ahora no, hay cosas que parecen seguir igual que en 1936. Poco han cambiado los comportamientos sociales. Las mismas fiestas, la misma religión, los mismos hábitos de asociación y agrupamiento. La Virgen de las Angustias, las procesiones, las cofradías, el día de la Toma, el del Corpus; la juncia y el romero… ¡Y han pasado 80 años! Pero la mesa ya no sólo la disfruta el burgués; la misa la invaden, en ciertos días, los costaleros y los hermanos mayores; las masas ya no son de proletarios, sino de rocieros o de romeros; y las camisas, como signo de adhesión a un partido, casi ha desparecido, sustituidas por las camisetas de fibras especiales para la práctica deportiva y por las chaquetas de almirantes de los músicos. El modelo que ha triunfado no es el del obrero o el del revolucionario come curas. Porque las masas, inteligentemente, han optado por, en lugar de comerse a los curas, arrebatarles sus imágenes, ritos y funciones. La culpa de estos desvaríos de este columnista, tan alucinados, la tiene el rondó de elecciones sucesivas e interminables en el que estamos sumidos. Para huir de semejante disparate, me he dedicado este verano a leer revistas antiguas. Y en el Lecturas de mayo de 1936, me he topado con una novelita rosa de la escritora granadina, nacida a finales del siglo XIX, Concepción Castellá de Zavala. Carlista, partidaria del golpe de Estado de Franco, conservadora y defensora de los valores campesinos, emanados de la Vega y que tanta importancia tenían en la Granada del principios del siglo XX; esta escritora publica ese año en Lecturas el relato "La campana de la Vela". Me he quedado de piedra al leerlo: las clases emergentes de los últimos cuarenta años se han enfundado, no sólo los gigantes y cabezudos del Corpus, sino que han empapado y absorbido los modos de vida y los hábitos de representación social del éxito y del progreso, de los señoritos agrarios granadinos de los años 30 que tan bien refleja en su historia Concepción Castellá. Y el poder político y religioso, para no perder votantes y fieles, camina alicaído y triste tras los caballos y las carretas que, antes de iniciar el camino del Rocío, se despiden de la Patrona: y a la zaga, el arzobispo, políticos de todas las formaciones y el alcalde, ensuciando sus impolutos zapatos con las deposiciones de los nobles brutos. El poder bien vale una mierda.
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