Votad, votad, malditos

Un Pánfilo al que se le había dormido la mano de tanto votar, ha recuperado la sensibilidad

10 de junio 2024 - 00:45

Al final, me cuenta Pánfilo –ese post-it adherido a mi espalda–, he terminado votando. Lo he hecho a última hora. Antes no he podido porque, arguye, se me había dormido la mano de tanto votar y solo recobré algo de sensibilidad en los dedos sobre las 19:30 horas de la tarde de ayer. Pese a mi temor, prosigue, de que la democracia se nos esté muriendo de tantas elecciones. Al votar, lo han convertido en el opio del pueblo, junto con la orgía perpetua y la adición insuperable a “Libertad Tostada, alc. 0/0, % vol.”; una marca de cerveza que se fabrica en Madrid pero que va teniendo ya factorías por todo el país. Se supone que de las elecciones debe salir un partido o una coalición que gobierne al país durante cuatro años. La incapacidad y el cinismo de la clase dirigente no le han impedido seguir disfrutando de los beneficios de sus cargos sin tener que hacer nada más que insultarse con violencia, corromperse unos y otros, y luego, pasar más tiempo echándoselo en cara que gobernando. Favoreciendo a compañeros, familiares y amigos, y, cuando son descubiertos, recurriendo a las tácticas más sofisticadas, o torpes, para desviar la atención de la corrupción generalizada. Entre tanto, del rey abajo, todos aforados, con la ley mordaza sin derogar, con España vendida en almoneda vergonzante a un turismo barato que ensucia y atosiga. Y cuando el ambiente se pone insonrible, elecciones que, dada la cercanía de las anteriores, darán resultados muy parecidos que tampoco permitirán un buen gobierno, fuerte y decidido a hacer algo por los votantes. Mermados nuestros derechos, se nos incita a votar ininterrumpidamente. Me recuerda Pánfilo el argumento de la película Danzad, danzad malditos: Estados Unidos, en plena época de la Gran Depresión. En medio de un ambiente de terrible miseria, gentes desesperadas, de toda edad y condición, se apuntan a una maratón de baile con la esperanza de ganar los 1.500 dólares del premio y de encontrar, al menos, un sitio donde dormir y comer. Mientras los concursantes sufren, al límite de sus fuerzas, una multitud morbosa se divierte contemplando su zozobra durante días. Ahora, en ambiente de extraordinaria miseria moral, concluye Pánfilo, se nos invita a votar sin descanso, hasta que, exhaustos, dejemos que un puño fuerte nos gobierne dictatorialmente. Y volver a empezar.

stats