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Siempre quise saber pintar, más aún con esa técnica esquiva de la acuarela que consigue capturar la atmósfera evanescente que aureola la realidad más dura.
En Casa de Porras, ese espacio-linterna de la cultura en el bajo Albaicín, esta técnica pictórica tan difícil de ejecutar siempre fue el territorio privativo de Ana Trinidad, nuestra compañera profesora a la que dimos el último adiós el domingo en la parroquia de Santa Ana con una punzada en el corazón tan dolorosa como sobrevenida.
Si me diera por tomar los pinceles a estas alturas sólo podría escoger en estos días tonalidades del negro al gris o al azul más intenso para plasmar este regreso de trimestre a las clases en un centro ya sin Ana, la ‘profe’ de Acuarela, entre nosotros y entre las aulas. Expresaría de ese color y así esa Plaza Nueva donde nos encontramos apresuradamente hace tan solo unas cuantas semanas, en ese territorio de artistas en retirada frente al empuje inexorable del turismo avasallador. Ana tenía allí su hábitat natural pues era una resistente nata que mantenía encendido el fanal de la creatividad con unos alumnos tan fieles como entusiastas que subían cada semana la Cuesta de San Gregorio a expandir sus miras guiados con sabiduría por una profesora experta entregada al arte desde que se vino de su Murcia natal a estudiar primero Biblioteconomía y al fin su vocacional Bellas Artes, un territorio en el que era valorada en su entrega y compromiso con Granada. Varias alumnas acudieron al oficio religioso con la pena oprimiéndoles el pecho. También sus amigas, sus compañeros, en fin, su familia. Ha dolido la pérdida y su inesperada partida.
Quedó pendiente, me contaron, una exposición de sus obras en la Casa de Porras y se habla de hacerle un homenaje en su hogar-refugio albaicinero y militante durante dieciocho años de sostener los pinceles de la docencia y la sonrisa a pesar del amargor de una muy digna labor precariamente reconocida. Pero ya no estará este nuevo trimestre para compartir alegrías y penas en las pausas de las clases.
Sí, está azul este lunes de primavera. Costará ir viéndolo todo con más color, esos que Ana Trinidad y sus alumnos nos regalaban en sus cuadros en cada muestra colectiva en torno a esa realidad acuosa que estos días tiñe de acuarela cada rincón de esta hoy solitaria pero aún mágica, albaicinera colina.
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