A la sombra ?de los olmos
José Martínez Olmos
Todo repleto
La colmena
La Alhambra es uno de los monumentos más visitados de España, uno de los pilares de la economía de Granada y una de las imágenes más universales de Andalucía como destino turístico. Pero la Alhambra es también una pequeña ciudad difícil de gobernar que históricamente se ha debatido entre acercarse o dar la espalda a la propia capital y que en los últimos años se ha visto vapuleada por escándalos judiciales nacidos al amparo del tablero público-privado que obliga su gestión.
Y es que la Alhambra es patrimonio pero también negocio. Primero fue el fraude en la venta de entradas con el que tuvo que lidiar María del Mar Villafranca nada más relevar a Mateo Revilla al frente del Patronato de la Alhambra -el organismo autónomo adscrito a la Consejería de Cultura se creó en 1985- pero luego ha sido el caso de las audioguías y las denuncias de corrupción que terminarían llevándose por delante a la política socialista y a la cúpula de su equipo.
Casi a partes iguales, la Alhambra tiene que lidiar entre el desafío de mantenerse como un icono patrimonial incontestable a nivel global -ahí está el viajero asiático para refrendarlo- y avanzar en la gestión de los accesos con una visita pública que responda a las crecientes exigentes de los turistas de hoy sin que se hurte el conjunto monumental nazarí a los propios granadinos. Pero es que además no consigue escapar de los tiempos de la justicia ni de la política: es lo bueno -y lo malo- de haberse convertido en una de las banderas más representativas de la administración pública -lo fue en la etapa socialista y se ha enarbolado ahora en el Ejecutivo de Juanma Moreno para visibilizar el Gobierno del cambio en la Junta-.
Este complejo escenario que he esbozado a modo de análisis sobre las tensiones que se viven en la Colina Roja tiene como punto de partida una realidad sorprendentemente simple: el problema condicionante de todo no es otro que el aforo; hay un conflicto entre la oferta y la demanda. Si no hubiera un aforo restringido de acceso a los Palacios Nazaríes por motivos de conservación y seguridad, las dinámicas del mercado turístico nos llevarían a una progresión anual de récord de visitantes. Y poco importaría si la entrada cuesta los 14 euros oficiales, los 50 que te puedes gastar con algún servicio extra (legal) o las barbaridades que te pueden clavar cuando nos sometemos a la dictadura de lo exclusivo y lo escaso.
Es el mercadeo y el negocio de la reventa, el nicho de trabajo que ha dado amparo a que surjan empresas casi ficticias (¿cuatro ordenadores pendientes de un algoritmo?; ¿un puñado de robots en China?) acaparando entradas para colocarlas al mejor postor. Como en una final de copa, un derbi o un macroconcierto.
Nadie discute que la Alhambra es uno de los monumentos que merecen al menos una visita en la vida, pero nadie pone en duda tampoco que conseguir una entrada es un suplicio y que no todo el proceso es tan transparente ni legal como debiera. Otra paradoja: la mala imagen
En cuestión de días, la Consejería de Cultura dará a conocer un nuevo sistema para la venta de entradas que ya ha puesto en alerta a todo el sector. No es ningún capricho ni ningún experimento: hay un informe demoledor de la Agencia de la Competencia de hace un año advirtiendo del "mercado alternativo" que se había generado al amparo del reparto de tiques. Las entradas a la Alhambra cotizan -y fluctúan- como la Bolsa… hasta el punto de poder estar ocasionándose un perjuicio para la Administración pública.
A la espera de conocer el borrador sobre el que una comisión de técnicos viene trabajando desde septiembre, la propia consejera de Cultura, Patricia Pozo, ha avanzado esta semana la importancia del cambio trasladando también un mensaje de prudencia: ha sido prioridad buscar la complicidad y consenso a nivel político entre todas las instituciones que se sientan en el Patronato, se aplicará con la flexibilidad de ajustes que se considere necesaria a nivel técnico y, sobre todo, se garantizará el cumplimiento de la legalidad con la preservación de la propia imagen de la Alhambra.
En esta nueva etapa, hay un principio que se plantea como esqueleto del sistema de acceso: quien tenga el cliente tendrá la posibilidad de conseguir la entrada. Sin discriminaciones, sin empresas fantasmas especulando como intermediarias y con la garantía para el usuario final que se implantó en la etapa final de Reynaldo Fernández con la instauración de las entradas nominativas. Aquí no habrá cambios, pese a la polémica y desajustes que ya se vivieron antes de la llegada del PP a la Junta y al Patronato por la obligación de identificar a los turistas: la propia realidad digital y de datos en que nos movemos -y la necesidades de evitar fraudes- ha exportado este modelo a otros monumentos como el Alcázar de Sevilla -esta misma semana se ha anunciado el cambio- e incluso a otros sectores como el musical. Alejandro Sanz se ha puesto a la cabeza con un lema que no se tardará en copiar: ¡Sin el DNI no entras al concierto!
Habrá ruido -no hay nada que se haga en la Alhambra que no genere polémica- pero ya se ha conseguido algo importante: ese mismo PP que no deja de levantar alfombras en la Junta -esta semana nos hemos topado con algo realmente insólito, un cuarto secreto con hidromasaje, tele y sofá escondido detrás de una estantería en un despacho de un alto cargo de Salud- ha fijado como prioridad sacar la Alhambra de la arena política y no instrumentalizar el problema de las entradas parar desgastar a los socialistas. Ojo, que desde la oposición se ve todo más fácil y criticable que cuando toca gestionar. En todo caso, que no haya habido filtraciones estos meses sobre el borrador revela además la corresponsabilidad institucional que la nueva directora, Rocío Díaz, parece haber logrado.
La resistencia al cambio es consustancial al ser humano, pero hay datos más demoledores aún que el informe de la Competencia: el turismo japonés ha caído en Granada un 31,4% en los cinco últimos años (ha pasado de casi 85.000 viajeros alojados en hoteles en 2014 a apenas 58.000, cuando llegó a ser el segundo emisor de extranjeros hacia Granada, con más de 100.000). Y la razón es una: los problemas para visitar la Alhambra…
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