La esquina
José Aguilar
¿Tiene pruebas Aldama?
La verdad religiosa, científica, empresarial, cultural y creativa, la gastronómica o cofrade es algo esencialmente aritmético. Algorítmico. Cuantos más individuos respaldan una ‘verdad’, más creíble resulta y más digna de ser compartida y propagada por misioneros, comerciales y/o por soldados. Se trate de ciertas creencias o mitos, de una marca de coches, de un libro, de un cuadro, de una sinfonía, un reggaetón de la paella o de la tortilla de patatas. Y también, cuantos más individuos defienden una teoría científica, siempre amenazada por la aparición de datos nuevos que la echen por tierra, más sólida y verdadera aparece a ojos de la comunidad científica internacional. Detrás de que el sapiens se reproduce por encima de cualquier pandemia, guerra o extinción, yace una verdad incontrovertible: que el relato de un dios creador o el relato de la evolución, según a quién le apuntemos el origen del sapiens (y sin contar con los lirios del campo, las aves y los otros animales), está respaldado, nada más y nada menos, que por unos 8.000 millones de seres humanos. Creación o evolución, verdades muy respetables, pues. Venid y vamos todos con flores a María, que madre nuestra es, agrupémonos todos en la lucha final, vamos patriotas de Francia, soldados todos, a la lucha, vamos niños al sagrario / que Jesús llorando está, / pero viendo tantos niños / muy contento se pondrá… “Y (Jesús) les dijo id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado. Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán”, (Marcos 16:15-18). Muchos, ‘todos’: cantidad es verdad y seguridad. El impulso salvífico y solidario que nos lleva a tratar de convencer a los otros de que nuestras verdades son las buenas, las que los salvarán del mal, cuando no, de la nada. Pero también puede ser que cuanto más legendarios, improbables, fantasiosos e irracionales son nuestros ‘relatos’, más necesitamos que los respalden muchos, si no todos, nuestros semejantes. No cabe duda de que cualquier convicción gana infinitamente en cuanto otra alma cree en ella.
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