La América profunda

En tránsito

05 de abril 2025 - 03:08

El mundo es muy raro. Hay gente que considera a Donald Trump un patán prácticamente analfabeto, y en cambio cree que personas como Yolanda Díaz son extraordinariamente inteligentes. ¿Seguro que las cosas son así? Trump puede ser un patán –sin duda lo es–, pero no tiene un pelo de tonto, aunque la cultura y los libros le resbalen por completo, así que el peor error que podemos cometer es mirarlo con esa condescendencia perdonavidas tan propia de los europeos que nos creemos muy cultos y muy sofisticados. Yo me andaría con mucho cuidado con un personaje como Trump. No podemos olvidar que lleva desde 1985 saliendo en la tele norteamericana –normalmente haciendo de sí mismo– y conoce mejor que nadie eso que se denomina “el mundo del espectáculo”. Desde los años 90 no ha parado de salir en concursos y en programas de humor, y en 1989 incluso llegó a ganar el premio al peor actor secundario por su aparición en una película de Bo Derek. Él, por supuesto, estaba encantado de ganar premios, aunque fuera el de peor actor secundario. Lo único importante era hacerse más famoso y más popular y en el fondo más admirado. Y vaya si lo ha conseguido. Y de paso, ha llegado a conocer mejor que nadie el funcionamiento de esta sociedad infantiloide que es incapaz de entender cualquier idea medianamente compleja. Imaginen quién ganaría un debate televisivo entre Jorge Javier Vázquez –el gran intelectual mediático de nuestra izquierda, el gran protegido de Pedro Sánchez– y el supuesto idiota de Trump. Las apuestas estarían 10 a 1. Y no precisamente a favor del rey de la telebasura.

Digo esto porque mucha gente cree que todo lo que está haciendo Trump es el simple capricho gamberro de un niño consentido, pero detrás de lo que hace hay un cálculo mucho más elaborado de lo que parece. Trump sabe que sus votos surgen de la masa de personas de raza blanca que viven en la América Profunda –desde Pensilvania a Arizona– y que han visto cómo cerraban las pocas fábricas que quedaban en su comarca y cómo se iban empobreciendo sin remedio y cómo las calles de su ciudad se iban llenando de zombis destruidos por las metanfetaminas y el fentanilo. Cualquier mensaje que haga creer a esta pobre gente que algún día América volverá a ser grande tendrá éxito, sean cuales sean los desastres reales que vivan a diario. Nos guste o no, las cosas son así.

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