El duende del Realejo
Joaquín A. Abras Santiago
Un año normal
Ami me gustaría que este año de 2025, que en estos días da comienzo, pudiese ser un tiempo de cierta normalidad, exento de azares y sobresaltos, más de lo necesario, para no aburrir tampoco. Un año en el que pudiésemos disfrutar del trabajo, la familia, la amistad y de los sueños. Porque cansa la forma en que todo esto hemos hecho y hemos ordenadamente desorganizado: vivimos cansinos tiempos en los que la incertidumbre y lo obscuro ganan peldaños en esto de disfrutar la vida cotidianamente, serenamente, normalmente…
Hoy, por ejemplo, sucede algo que rara vez ha acontecido de forma tan exacerbada y es que los jóvenes, los que se incorporan al mundo del trabajo, aquellos que pueden así hacerlo, claro está, incluso aquellos que ya llevan un tiempo incorporados, reciben, a cambio de su trabajo, sueldos de broma, emolumentos a todas luces insuficientes para poder vivir no ya con una cierta dignidad y regocijo, sino, simplemente, poder vivir, llegando incluso a planificar su existencia, pagar lo que justamente debiese de costar el alquiler de un digno domicilio o la hipoteca con la que, como sucedió con sus padres, les permita la compra de un inmueble en el que construir su hogar y refugio, el suyo, por el que ellos luchan y se afanan cada día que amanece. Y este gravísimo problema, lejos de vislumbrarse en posible solución, se nos presenta acuciante por momentos y aún peor en el devenir de la vida y de las cosas. Un joven, hoy, recién incorporado al mundo laboral, recibe salarios que, tras años de estudio, de esfuerzo y de preparación, no le alcanzan para poder pagar el techo que les cubre, el plato de alimento y la cama en que descansan. Llega a ser muy cruel la cosa.
Los poderes públicos, a diferencia de procurar aquello que Jovellanos denominaba la “felicidad pública”, se empeñan en hueras luchas, en ridículas batallas políticas, exentas de ideología, es decir, de claras metas o aspiraciones que mejoren de verdad las condiciones de vida de la ciudadanía y llegan ya a aburrir a las piedras de los desiertos, empeñados los que legítima pero inapropiadamente ocupan el poder gubernamental, para dirigirse a ninguna parte, enredados en discursos y promesas que a nadie ilusionan y ni siquiera interesan, mostrándose bajo la sombra creciente de una pestilente corrupción que distingue a muchos de ellos
Se hace cada día más necesaria una limpieza profunda en los partidos políticos. Desalojar de las instancias de decisión a buena parte del personal inútil, cuyo número crece en incapacidad, en inutilidad, revalidando cada día su clara y desesperante incapacidad de volver a ilusionar a esta sociedad desnortada y desesperanzada, abocada, con asombroso e inexplicable estoicismo, a soportar tanto personajillo empeñado en trincar para su bolsa a costa nuestro futuro ¿O no?
También te puede interesar
Lo último