Postdata
Rafael Padilla
Siervos voluntarios
En los años convulsos en que al Imperio le duraban los emperadores pocos años, digamos que cada tres o cuatro añitos había un cambio casi siempre sangriento de jefe máximo, es decir eso que han llamado algunos como “el puto amo” o el número uno o el secretario general o la presidencia del gobierno, o quizás el pontífice máximo; pues desde entonces, bien visto o visto lo visto y a pesar del paso de los siglos, en los que cabrían bastantes legislaturas, la verdad resultante es que las cosas del poder no parecen haber cambiado mucho, aunque nos cuenten numerosas milongas de democracias representativas.
Llegado el momento de elegir emperador había una masa de soldados bien adiestrados que podían venir de varias regiones del imperio y con la gladius en la mano, o bien con la papeleta de delegados y delegadas bien aleccionados y aleccionadas, en el caso de los soldados creo que no había mujeres en las legiones, y en un congreso bien organizado el resultado era similar. Aclamación, unanimidad, vítores y aplausos para el candidato. ¿Y en que se basaba esa aclamación?
Los soldados aplaudían al jefe que sabían les llevaría a la victoria o que ya les había demostrado que con él el poder estaba asegurado, que habría un buen botín que repartirse, no importaba cómo se había conseguido la victoria, no importaba si se habían traicionado centenarias tradiciones o se tenía que haber violado a las mismísimas vestales. Y si algún general de regiones recónditas levantaba la voz, allí se mandaban un par de legiones y se cortaba por lo sano, generalmente la cabeza del disidente era lo cortado tajantemente con una gladius bien afilada.
Hoy somos menos sangrientos, en eso hemos avanzado un poco, pero las estrategias, razones y procesos tienen una similitud bastante elevada. Y por ello, el actual imperator del imperio hispano, excepto la Lusitania, seguirá siendo el puto amo o el numero uno mientras sus seguidores y todos los generales de provincias de la periferia lo quieran pues saben que con él en el ‘potestas’ podrán obtener buenos botines y saqueos de las cajas del imperio. Y ya se encargarán los emisarios radiofónicos, televisivos y de todas las redes sociales de proclamar, como Mercurios voladores contemporáneos, que con su gobierno se asegura que las tribus de los barbaros de la derecha y la ultraderecha, que amenazan en las fronteras del imperio, no pasarán y jamás tomarán el poder. Ave, digo, Vale.
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