En tránsito
Eduardo Jordá
Linternas de calabaza
Quizás
Los humanos siempre hemos sospechado que no estamos solos y aun sin evidencia concluyente alguna de que así sea, seguimos empeñados en encontrar vida más allá de nuestros límites conocidos, para preguntar a quienes allí habiten, si tienen respuestas para los problemas que nos rodean. Por ejemplo, cómo llegar a fin de mes holgadamente, acabar con el cáncer, las guerras, las noticias falsas o la falta de gol del delantero centro. De momento la búsqueda de agua en Marte, donde la reducida presión atmosférica imposibilita que la haya en su superficie, ha logrado localizar bolsas en su interior. En Europa, una luna de Júpiter, parece que bajo su superficie helada podía haber un océano de agua líquida que albergara formas de vida. Recientemente en un planeta llamado K2-18 b que se encuentra a más de 100 años de luz de distancia, se detectaron indicios de un océano y signos potenciales de sustancias químicas producidas por la vida en la tierra. Fuera de nuestro sistema solar se han descubierto más de 5.500 exoplanetas, bastantes de los cuales están en la zona de habitabilidad en donde podrían darse las condiciones adecuadas para que existiera agua líquida. El agua es el elemento esencial de la vida. Nosotros mismos somos esencialmente agua. El cuerpo humano está compuesto en un 60 por ciento de agua.
De ahí que la escasez de agua sea el síntoma clave de cómo va nuestra existencia. Ahora mismo, debido al crecimiento de la población; las alteraciones climáticas; las técnicas ineficientes de riego en la agricultura y el uso desmesurado en la industria y los hogares; la desforestación que reduce la capacidad del suelo de retener agua; y la contaminación del agua existente; el mundo atraviesa una evidente escasez de agua que provoca crisis alimentarias, conflictos de todo tipo y problemas de salud. Y todo ello se traduce en un impacto clave en nuestros ecosistemas que pone en riesgo la supervivencia de plantas y especies incluida la nuestra.
Un planeta con cada vez más avances tecnológicos, pero con menos agua, no va bien; y la razón que lo explica es una metáfora de lo que nos ocurre. El agua carece de forma y tiene la del recipiente que la contiene. Pero priorizamos el contenedor al contenido y hemos pasado del botijo a las cantimploras diseñadas por la IA, olvidando que lo esencial es el “qué”, no el “donde”, ni el “cómo”. Fascinados por las botellas de diseño, vivimos ignorando que lo imprescindible es el agua. Y que, sin ella, no hay vida.
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