Sé bienvenido, Adrián

21 de junio 2024 - 05:02

Llegaste al mundo hace solo 19 días, cuando aún se escuchaban los ecos de las celebraciones de la decimoquinta Champions ganada unas horas antes por el Real Madrid y de madrugada tu llanto, el llanto de mi primer nieto, anunció urbi et orbi que ya estabas aquí, colmándonos a todos de alegría.

Decía Albert Einstein, que era un sabio que ya tendrás tiempo de conocer, que “el que no posee el don de maravillarse ni de entusiasmarse es como si no tuviera vida”. Tu nacimiento, querido Adrián, tantas veces imaginado, me ha multiplicado ese increíble don de maravillarme, mucho más allá de lo que jamás hubiera sospechado.

Tu llegada, tan querida y deseada desde hacía muchos meses, me llenó de una emoción indescriptible por ser diferente a cualquiera de las que haya podido sentir a lo largo de todos mis años. Emoción e ilusión por disfrutar del comienzo de tu vida, de tu primera sonrisa, de verte crecer, pero he de confesar también, que con tu llegada me inunda una sensación de incertidumbre y preocupación por el mundo en que te va tocar vivir, que no es otro que el que nosotros te dejamos y que lamentablemente no es el que me hubiera gustado que te estrenaras.

Muy probablemente, querido Adrián, tu vida será larga y es casi seguro que gracias a los avances en la medicina, la nutrición y los cuidados de todo tipo, superes los cien años, lo que deseo con toda mi alma. Seguro que serán años plenos y de calidad, durante los que, con toda seguridad, verás y disfrutarás de cosas que a día de hoy son simple ciencia ficción. Lo que no tengo tan claro es que puedas experimentar algunas de las sensaciones de las que tus abuelos gozamos cuando éramos los niños que tu has empezado a ser.

Ojalá, mi querido Adrián, vivas en un país donde se haya desterrado para siempre el caínismo que tanto daño nos ha hecho, donde tengas la mejor educación y sanidad públicas, donde tus abuelos y los de todos los niños no mueran sin atención en una residencia para mayores, donde cuando tengas edad para ello cobres un sueldo digno que te permita acceder a una vivienda en la que criar a tus hijos, donde se respete la naturaleza y consigáis revertir el cambio climático que amenaza vuestro futuro, donde la igualdad entre hombres y mujeres sea una realidad incuestionable, donde los seres humanos tengan las mismas posibilidades, hayan nacido donde hayan nacido y donde las fronteras sean solo líneas en los mapas.

Bienvenido, querido Adrián, a un mundo que aunque esté lejos de ser perfecto, sí que con tu llegada será mucho mejor.

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