La Rayuela
Lola Quero
Nadal ya no es de este tiempo
No puedo ser objetivo al escribir sobre mi amigo Ángel Olgoso y su exquisito libro Astrolabio (Reino de Cordelia, 2020), primorosa reedición ilustrada por la artista Marina Tapia, que presentó en el Cuarto Real el viernes tarde arropado de una nutrida caterva de enmascarados a lo Covid que no éramos otros que sus muchos amigos, admiradores de una trayectoria literaria generosa en la entrega a la escritura y en la renuncia al oropel por el que otros pierden el alma para ganar no se sabe bien qué y si ese qué compensa.
Lo que sí que compensa es escuchar a Olgoso releer sus cuentos y disfrutar de esa su concisión milimétrica macerada con los años de oficio, esa su forma abnegada de construir una gran obra, con líneas propias y coherentes, marcando un camino que luego siguen y seguirán otros muchos tras los pasos de la 'brújula' que es este escritor ya imprescindible de las letras hispanas.
Es envidiable su paciencia, de la cual yo carezco. Porque uno, en su modesta pretensión literaria, aspira tan sólo y como mucho a recoger la espuma de los días lo mejor que puede mientras que otros, como es su caso, son capaces de ponerle puertas al mar apresando en sus palabras hasta el mismo rumor del oleaje. Admirable.
Cada relato de Astrolabio es una voz lanzada entre las montañas que reverbera devolviendo el eco de otras grandes voces a las que da gusto distinguir entreveradas con la voz tan pura y medida de este escritor de aquí.
Ocurre con Olgoso que, al contrario de muchos, no es él quien se hace el panegírico. Bien al contrario, su modestia le lleva a que tengamos que ser otros escritores, casi todos, los que ensalcemos su obra rica y variada, diversa y compacta, en lo que supone ya un lugar común en las letras actuales ese decir sin dudarlo: "Qué bien escribe Olgoso".
Estando ya en la cima de su obra, extraña que no se editen más sus obras, que la oficialidad cultural no caiga en la obviedad de que tenemos entre nosotros a un grande que no va de nada más que de Ángel, salvo para los que le tenemos por lo que es, un destello de luz entre la espesura, un autor que deja su estela de sincero buscador de estrellas en libros que quedan como un alarde en la forja de lo imaginario, metal blando entre las manos de este titán que me dedicaba su Astrolabio al borde mismo de la noche.
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