¿Capital de qué?

Ahora que el emperador Pedro primero el Gran Amo quiere recordar la muerte del dictador con múltiples actos financiados con los impuestos de sus súbditos, no quisiera yo recordar que en aquellos años de dictadura Granada era capital de varias entidades que fueron desapareciendo a lo largo de la democracia y del proceso de descentralización autonómica. Empero como la historia está escrita, recordemos, la añoranza la pueden poner ustedes o no, que Granada era capital de una región militar, de un distrito universitario, de una sede judicial y puede que de algo más.

Personalmente no tengo nostalgia por lo militar, a fin de cuentas me declararon incapacitado para lo de la mili por cegatón; la universidad fue desmembrada para saciar las ansias de poderes en los reinos de taifas provinciales y en lo judicial vendieron que Granada seguiría siendo capital pero repartiendo, en realidad, las sedes por todos sitios y dejando solo una corona casi vacua.

No quiero que me tachen con aquello de que los granadinos solo sabemos quejarnos. Por nada de lo anterior voy a suspirar. Lo que sí quisiera aclarar es que Granada tiene una estación de ferrocarril con conexiones de tercera, casi como aquellos viejos vagones de madera, y que salvo quizás para traer en un tren de lujo a los artistas no hay buenos trenes. Esos que vienen a pasearse en la alfombra roja, tirarse fotos con la Alhambra al fondo e irse zumbando con sus estatuillas. Pareciera que los ciudadanos que pagan por ver sus películas no tienen derecho a disfrutar de trenes de calidad. También quisiera aclarar que no vienen en avión vayamos a que ese día tengamos niebla en el aeropuerto internacional de Chauchina-Santa Fe y tuvieran que aterrizar en otro sitio; así de hipermodernas son las instalaciones del aeropuerto de la ciudad que aspira a ser capital cultural.

Y en cultura, en esta ciudad se organiza un concierto de año nuevo, previsto para el día seis, y que se aplaza, sin más explicaciones, hasta el 16 de enero, un jueves a las seis de la tarde, donde el espíritu navideño casi se mezcla con la olla de san Antón. Rezagados hasta en eso. Un concierto en que no hubo programa que poder consultar; con una orquesta que sonaba bien, no lo niego, pero que parecía dudar sobre las piezas que debía interpretar y con una organización incapaz de frenar las fotos y grabaciones del público. Ni un solo aviso por megafonía y un retraso en el inicio de casi quince minutos. Para pretender ser capital cultural, todo un espectáculo, sin duda. Vale.

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