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Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
Han galardonado a un clásico del centro de la ciudad, las antiguas bodegas Castañeda, con el Premio Nacional de Hostelería nada menos y a muchos les habrá traído esta noticia que tanto nos ha alegrado el recuerdo de aquellos tiempos de salidas por las tabernas de la ciudad cuando empezabas en El Cebollas con los calimochos y ya nunca sabías dónde acabarías, tiempos lejanos en que aún estaban las bodegas las 3M, las de La Mancha (con ese misterioso su cierre nunca resuelto).
Han ido desapareciendo todas aquellas típicas tabernas de Granada, como las Espadafor o las Natalio, y casi sin darnos cuenta se llevaron una parte de nosotros, esa que una vez fue joven y despreocupada y que, recordamos, solo estaba pendiente de si venía este chico o aquella chica en aquellas salidas donde empezabas con unos y te ibas encontrando a más y más gente sin ya saber bien dónde o con quien terminabas la fiesta, que para eso se salía, para ver y dejarse ver y a ver y así hasta coincidías.
Las Bodegas Castañeda siguen idénticas a como siempre fueron que es parte de su encanto esa militancia en parecerse siempre a si mismas. Los jamones de siempre colgados sobre la barra; los toneles del que sacan con celeridad su combinado secreto, ‘El Calicasas’, agua de fuego que aún piden por curiosidad los extranjeros; y las tablas de embutidos y quesos; y la cabeza de toro mirándote a ver qué haces desde la esquina. El olor a vino predomina entre la variedad de olores a perfume y humanidad que en días clave sigue dificultan hasta abrir la puerta.
Los camareros, granadinos hasta la médula, claro, con su amable y servicial gracejo amargo que te devuelve a la realidad de que estás en ‘Graná’ y no en cualquier franquicia de la Costa del Sol o de parte del extranjero. Se agradece y se echa en falta que se premie y potencie así y se encumbre aún más a todos esos sitios castizos que siguen a pesar de todo en la brecha.
Yo sigo yendo de cuando en cuando. Allí rescatas el sentirte atendido con nombre propio aparte de tener algo genuino que mostrar a los que llegan de fuera, un lugar donde ellos pronto se sienten también un cliente más y no una parte del target de mediana edad madura con los gustos teledirigidos, ese horizonte hacia el que vamos que en lugares así pronto se olvidan.
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