El césar Pedro Sánchez

04 de diciembre 2024 - 03:07

No podría precisar a qué colega oí decir, hace sólo unas mañanas, en la tertulia radiofónica que suele reunir Carlos Herrera en la COPE y refiriéndose a los escándalos judiciales que se vienen produciendo en el entorno más cercano del presidente Pedro Sánchez y su (des)Gobierno, que éstos se suceden tan vertiginosamente que su apresurada sucesión en el tiempo hace que tantas noticias que evitan o bordean la moral común y tanta mala práctica en las pocas labores de gobierno, se acumulen unas sobre otras, de manera que, prácticamente, no da lugar a poder estudiar y comentar en detalle cada uno de esos sucesos, impropios de un buen servicio a la ciudadanía y un verdadero espíritu de servir a la nación, pues, cuando parece que se pueden conocer más ampliamente cualesquiera de estas informaciones, viene a producirse alguna otra revelación, igual o más escandalosa aún, si cabe, que sirve de lamentable pantalla o sordina que nos hace casi olvidar la más reciente.

Esta circunstancia, que sólo obedece al deseo desenfrenado de permanecer en el poder del Gobierno, aunque sea sin ejercerlo, pero sosteniendo una inmensa red y aparato de favores, inconfesables en buena parte, obliga a una permanencia que, si no entra directamente en la desvalorización de las leyes, sí, al menos, hace que se bordeen éstas y que, si llegan a estorbar en demasía para los bastardos propósitos perseguidos, son candidatas claras para su modificación o eliminación directa y más descarada, pero nunca en beneficio público, sino en interés concreto de esta especie de individuos que, cada día que se sucede, se asemejan más a una banda de bandoleros que, poco a poco, se van viendo obsequiados con sucesivas imputaciones judiciales, por los diferentes presuntos abusos que vendrían practicando desde las mesas ministeriales.

Este desgraciado modo de (des)Gobernar el país, además, se ve auxiliado por determinado número de empresas y profesionales de la información que no tienen el menor empacho, no ya en aplaudir; que lo hacen rabiosamente; sino –y esto es peor, sin duda –en buscar los nueve o diez pies al gato para justificar solemnemente con estúpidos razonamientos, cualesquiera desmanes y tropelías que vayan apareciendo en las instancias judiciales y logren encaramarse a los titulares de los medios de comunicación.

Este vértigo amoral y desde luego, falto de toda ética y estética ha propiciado, como efecto muy lamentable, la progresiva degradación de las instituciones, que son cimiento de la sociedad democrática y el permanente estado de asalto e intento de neutralización de los otros poderes del Estado que han de servir de contrapeso, en evitación del exacerbado cesarismo que tanto apasiona a Pedro Sánchez y sus horizontes absolutistas, tiranos, totalitarios y no quiero pensar comunistas al más patético estilo latinoamericano, a los que, cada día, se parece más. ¿O no?

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