Cese por burofax

Del ruido que ha provocado su cese a través de un burofax, Ernesto Páramo está a punto de ser etiquetado como uno de esos mártires de los que se ejecutaban en la Edad Media por defender una creencia o haber tenido una idea luminosa. Fue él el que puso en marcha el Parque de las Ciencias hace treinta y tantos años y ahora alguien ha enmierdado su currículo al quitarlo de la lista de los asesores en tareas científicas con los que cuenta el Parque, de los que no cobran para más señas. Ya quedaron muchas preguntas sin responder y una interrogante en el aire cuando el citado Páramo dejó la dirección del citado parque hace cuatro años, interrogante que se ha alargado hasta el momento en el que el ya ex director, Luis Alcalá, ha querido hacer sangre antes de marcharse a esos cuarteles de invierno a los que se retiran los jubiletas. ¿Por qué ese empeño en cesar a alguien cuando ya te has ido de un sitio? ¿Acaso hay un odio proveniente de viejas rencillas que salen en estos momentos en los que el Parque se parece cada día más al Comala de Páramo (Pedro), ese poblado fantasmal habitado más por los muertos que por los vivos? ¿Acaso ha querido el reciente exdirector emular al Cid y ganar una batalla después de muerto? ¿O acaso algún político ha encargado a Alcalá el último trabajo de sicario antes de retirarse? A todo esto, hay un consejo rector en este organismo que o no se entera de nada o que los integrantes van a hacer sudoku o a jugar al Candy Crush, pues varios miembros dicen que ni se habían enterado que el cese de Páramo iba en el orden del día. Más rebuscada ha sido la respuesta del instigador del cese al decir que el asunto se trató cuando más de la mitad de consejo se había ido, abducido por el olor del potaje de hinojos que venía de sus respectivas viviendas. Aunque también han quedado las declaraciones de que el cese de Páramo (también el de Miguel Guirao y Ana Crespo) iba en esa documentación que se aporta antes de las reuniones soporíferas y que, como la letra pequeña de los contratos, todo el mundo pasa de ella por inútil y aburrida. Ahora que estamos en tiempos de Goyas, la película de suspense que se está rodando en el Parque de las Ciencias sí que se merece uno.

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