Envío
Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
Hoy quiero confesarte que a veces envío el borrador de esta columna a algún amigo bienintencionado para testar su reacción. Lo hacen los anunciantes, los creadores de videojuegos y casi todo el mundo antes de comprarse un trapito en las rebajas.
Confieso que la que ibas a estar leyendo, si es que eres de los que aún lee 'la tres' de los lunes, era interesante, crítica y bien cargada de tiritos a todos lados. Pero, claro, la mandé a alguno de esos amigos-testadores-sinceros-y-crueles, y me respondió el guasap con un bofetón: "Está bien, pero son los mismos temas de siempre". Y yo le dije: "Pero es que es lo que hay". Y él me dijo: "Lo que hay es Graná".
Y en esas estaba yo un domingo por la tarde, tras haber leído las columnas de aquí y de allí, entrando en un ciclo sin fin, como la peli. Más bien, yo también formo parte de una película de metraje infinito que no sé si es más una pesadilla, un pestiño de sobremesa de fin de semana; de ciencia ficción; o directamente 'El camarote de los hermanos Marx'.
En realidad no es un ciclo sin fin; es un círculo vicioso en el que nos meten unos y con el que nos sentimos a gusto los que tenenos que contar lo que ocurre a nuestro alrededor.
No salimos de los mismos problemas, de los mismos vicios en la gestión de lo público, de las mismas serpientes a las que damos una vuelta onírica para agrandarlas y retroalimentarlas... Es la Granada envuelta en su propia atmósfera donde, a veces, el aire se hace irrespirable por nuestra inercia a recorrer las habitaciones, mascar los mismos problemas en cada estancia y no abrir nunca las ventanas.
Sigo pensando que tenemos una excelente oportunidad como sociedad para dar el salto. La Universidad de Granada se ha convertido en un motor excelente y no para de proporcionarnos ruido del bueno. Esta semana hasta lo ha hecho con dos propuestas (UGE DONES y Azucarera) que suenan a música celestial. Pero no somos capaces de abrir esas ventanas para renovar el aire emponzoñado de la Granada encerrada y liada en sí misma. Preferimos seguir enreguetonados dentro creyendo que la buena música exterior es cosa de otros o que simplemente es un hilo musical sin fundamento.
¿De verdad tenemos tiempo como sociedad para entretenernos con lo que nos entretienen? ¿Podemos hacer algo para salir de ese círculo vicioso? ¿Qué puedo hacer yo mismo desde mañana para intentar abrir las ventanas? Iba a hablar del tren, de la hostelería, del turismo, de nuestros candidatos, de Rules, de nuestro otro cultivo favorito... pero necesito abrir ventanas. Quizás no lo haga, como algunos otros de mis paisanos, ¿porque no llego a la manivela o porque no soy capaz a denunciar a quien nos situó esa ventana demasiado alta para que fuera difícil abrirla? A ver.
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