
La ciudad y los días
Carlos Colón
Ni Don Óptimo, ni Don Pésimo: sensatez
En una vibrante ciudad, donde la pujante sociedad se codea con la farándula, la vida dio un vuelco inesperado. María Jesús, joven y prometedora arquitecta, envuelta en una vorágine de acusaciones tras el colapso de un edificio que había diseñado. No hubo víctimas, pero los daños fueron cuantiosos y las preguntas sobre la responsabilidad no tardaron en surgir. En un mes escaso de titulares morbosos, pseudomedios de comunicación, ávidos de titulares perversamente tergiversados, convirtieron el caso en un circo mediático. Las redes se llenaron de análisis sesgados y juicios prematuros. Programas y periódicos dieron cancha a una suerte de juicio medieval. De profesional respetada, a arquitecta del desastre y la imprudencia profesional. Su prestigio, por los suelos. La clase política, al calor de opinión pública y un puñado de votos, no quedó atrás. El alcalde, enésimo intento para desviar la atención de sus cuitas públicas, declararon que solicitarían de su colegio la cautelar suspensión a causa de su impericia.
María Jesús se aferraba a la Constitución, al conjunto de leyes que debía garantizar sus derechos, al artículo 24 que consagraba la presunción de inocencia, a su derecho a no probar su inocencia, al in dubio pro reo, a su derecho a la defensa, a un juez imparcial, a un proceso público con todas las garantías, a la protección de su libertad y su dignidad frente al poder punitivo del Estado, a la justicia y la equidad del proceso judicial abierto. Pero, ¿de qué servía cuando la opinión pública ya la había condenado? Expertos opinaban sin conocer el caso. Tertulianos debatían sobre culpabilidad y el público se dividía entre quienes pedían su cabeza y quienes, pocos, recordaban no había sido juzgada. Para el juez, una presión inmensa. Su instrucción, no solo influiría en el destino de María Jesús, sino en la vigencia de una justicia acosada por un mundo donde prevalece más la imagen que la verdad material.
Oscuros engaños. La empresa constructora, en connivencia con funcionarios, autorizaron el uso de materiales de baja calidad. Informes de seguridad falsificados. Inspecciones fraudulentas. El final: sobreseimiento y archivo respecto de María Jesús. No hubo juicio. Apenas un cuarto de página en diarios. Ni un debate en televisión. ¿Duro golpe para medios, redes y políticos su absolución? No. Vendrá otra María Jesús. ¿Símbolo de la lucha por la presunción de inocencia? ¿Recordatorio de que la justicia debe prevalecer sobre circos mediáticos e intereses mezquinos? Tampoco. Sólo daños colaterales.
Las heridas tardan en sanar. A veces toda una vida. María Jesus es hoy auxiliar administrativo en un ayuntamiento del Norte, Nunca volvió a ejercer su vocación. Lo dicho. Un daño colateral…
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