La ciudad de los palcos

La discusión de si la Semana Santa tiene más de espectáculo que de fe, da más pereza que levantarte para hacer los diez mil pasos diarios que te propone el cardiólogo. A estas alturas de la película está más que comprobando que un buen número de personas va a ver al Cristo de los Gitanos pasar por la Carrera del Darro no porque sienta verdadera devoción por el santo, sino porque el resultado estético de la procesión es de los que vale la pena contemplar en un museo. El granadino en general, sea creyente o no, se emociona viendo a la Virgen de la Aurora bajar por los Grifos de San José o a la Virgen de la Alhambra pasar por la Puerta de la Justicia. Son momentos en los que se aprecia más el éxtasis de una puesta en escena que el provocado por una visión mariana. Que las procesiones granadinas tienden a no dejar a nadie impasible, he aquí la conclusión más iluminadora. Conscientes del gentío que acarrea sacar santos a la calle, la Federación de Cofradías ha decidido extraer rédito al asunto. Este año ha decorado todo el centro con gradas para ver pasar las procesiones y ha alargado el recorrido, no porque quiera fomentar la devoción de la gente, sino porque haya concluido que es así como se hace caja. Tan segura está la Federación de que en Semana Santa es la dueña de la ciudad, que hasta ha puesto vallas y guardias para que nadie pase por la carrera de la Virgen si no ha pagado o va vestido de penitente. Se me impone la galbana a la hora de coger una calculadora y pergeñar cuánto más sacará la federación de penitentes por los cuatrocientos nuevos palcos que han añadido este año, pero mucho me temo que la cantidad no irá destinada a la mejora de la ciudad, sino a hacer más rentable el desfile de santos. Para conseguir el alargamiento del recorrido y la puesta de palcos, se han quitado señales de tráfico y se ha arrancado mobiliario (a resaltar los dos bancos artísticos de piedra que había enfrente de la basílica de las Angustias), con el fin de que el negocio no sea estropeado y los aficionados a las velas y los capirotes puedan seguir ofreciendo su espectáculo. La Semana Santa de Granada exhala un hálito milenario y existe por sí misma con procesiones que no se ven en ningún otro sitio de España porque tienen el marco del Albaicín y la Alhambra, lo demás son ganas de hacer caja.

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