La Rayuela
Lola Quero
Nadal ya no es de este tiempo
Frente al mar a uno le asaltan pensamientos diferentes a los que le asaltan en la montaña o en la ciudad. Los pensamientos frente al mar son siempre más alegres, más abiertos, aunque también más melancólicos y preñados de añoranzas, tal vez porque pensamos más en los veranos que hemos perdido que los que nos quedan por disfrutar. Algunas mañanas me siento en un peñasco que hay encima de una cala muy recoleta de La Herradura. Compruebo entonces lo que he dicho, que son pensamientos diferentes a los que tengo el resto del año. A veces esos pensamientos me llevan a los veranos de mi infancia, cuando me bañaba en calzoncillos en una alberca llena de ovas y siempre dos horas después de comer, tal y como nos advertían las madres. A esos veranos en los que jugábamos a tirarnos los higos (a ver el guapo que los tira ahora con el precio que tienen) que cogíamos de la huerta de Antonio el de las Vacas. La mirada del mar inevitablemente te hace más nostálgico. Mi consuegro Miguel, que vive en Calahonda, dice que es feliz viendo respirar al mar. Él mismo comenta con cierto orgullo que se ha convertido en un experto contador de olas y sentado frente al mar es capaz de enhebrar pensamientos agradables que le hacen más soportable la existencia. A veces le sorprende un ocaso anaranjado que le regala la última luz del día, algo que él acepta con la placidez del que sabe que, en el fondo, todos somos coleccionistas de olas, sobre todo porque ellas tienen la capacidad de recordarnos los vaivenes de la vida.
El mar Mediterráneo, el que tenemos más a mano, es capaz de provocar nostalgias de este tipo porque es un mar con mucha historia y por el que han viajado todas las civilizaciones. Un mar viejo por su experiencia, por la reconcentrada acumulación de sabiduría, conflictos y hermandades. La escritora Rosa Regás, cuya muerte hace unos días nos ha entristecido a sus lectores, decía que los pueblos del Mediterráneo son más mestizos que los mestizos de color, “mestizos de árabes y godos, de francos y beduinos, de persas, otomanos, romanos, fenicios y griegos, mestizos de reyes y esclavos, de marineros y artesanos, vencedores y vencidos, mercaderes y hortelanos, inventores, piratas y guerreros, monjes y emperadores”. Frente al Mediterráneo uno es capaz de sentirse que está en el hogar, ese hogar que siempre echas de menos cuanto lo tienes lejos
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