
El río de la vida
Andrés Cárdenas
La lectura soluciona frustraciones
Lo que temen los cuatro CEOS de la Inteligencia Artificial no es que esta les limpie la era, dejando sin trabajo a millones de personas, liquidando la sanidad pública, ahogando la enseñanza gratuita, hacinando a la población empobrecida en campamentos y guetos. No, lo que temen es quedarse fuera de las ayudas estatales (¡los hemos visto arrodillados ante Trump!). La lucha por las subvenciones es la batalla que enfrenta a estos cuatro jinetes de un Apocalipsis ahora posible: sin meteoritos, sin el fuego arrasador de Alá, de Yavé o del Padre Eterno, cabreados por lo mal que les hemos salido, habiendo puesto ellos todo su empeño en una creación guay. Mi padre, que no era muy guapo, ni yo mismo, que tampoco lo soy, cuando nuestro recto juicio decaía por efecto de la ingestión de absenta, gritábamos a los cuatro vientos: “que se mueran los feos”, pero no teníamos ninguna intención de llevar a cabo el exterminio de casi la mitad de la humanidad, entre la que sin duda nos contábamos. Pero estos CEOS embravecidos, soberbios, farsantes, gritones, enloquecidos, aunque no lo digan, pueden estar pensando de verdad en que “se mueran los pobres”. Porque en breve, la mano de obra no se va a necesitar nada más que para servir copas. Y no por mucho tiempo. Pronto los robots coparán también este trabajo y el de las gasolineras y el de los empleados de las grandes superficies, cada vez más escasos y difíciles de encontrar entre las estanterías de los supermercados. Localizar unas fresas puede resultar una tarea prometeica. Y si preguntas a un empleado, te puede soltar: “¡arréglatelas!”. Durante siglos, viandantes de la historia, los siervos, los esclavos, las mujeres, los viejos, los niños, los desfavorecidos, en general, soñaron con darle la vuelta a la tortilla, con un mundo al revés. O, simplemente, con un mundo habitable. Con una edad dorada que ignorara las palabras lo tuyo y lo mío, un tiempo en el que los diversos, e incluso los contrarios, pudieran convivir sin chincharse. Con Trump y Musk todo es posible. En comparación, hasta Ayuso, y su deseo de que volvamos a la época de de los pobres alegres y sumisos, parece progresista, sus mentores quieren fumigarnos, ella, como mi tita María, solo darnos unos centimines para leche, eso sí, con la condición de que no nos los gastemos en vino y vicios.
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