En tránsito
Eduardo Jordá
Linternas de calabaza
Hace sólo unos días, el Centro Artístico, Literario y Científico de Granada; que es la institución cultural privada más antigua y viva de Granada, ininterrumpidamente, desde 1885; firmaba, con el Ateneo de Granada; fundado en la primavera de 2009; y con la alcaldesa de nuestra ciudad, Marifrán Carazo, sendos acuerdos de adhesión al proyecto Granada Capital Europea de la Cultura, título al que esta ciudad aspira, para ser así declarada en el año 2031, rivalizando con las ciudades maltesas de Tarxien, Cottonera, Sliema y Gozo y las españolas de Oviedo, Las Palmas de Gran Canaria, Cáceres, Jerez de la Frontera, Burgos y Toledo. No es baladí la pretensión a la que justamente aspira Granada. Sin embargo y dado que nuestra ciudad no es centro neurálgico de una provincia, ni tan siquiera de una comarca de desarrollo industrial, ni de otros sectores de producción económica que no sean el turismo y la cultura y los subsectores de éstos complementarios; podemos tener muchas papeletas.
Muchas ciudades, en el contexto urbano de Europa, hace muchos años que, sobre todo por razones geográficas e históricas, comenzaron a transitar por caminos de desarrollo y producción económica que han podido y sabido mantener en el devenir temporal, actividades productivas que han marcado profundamente sus respectivas sociedades y han generado el carácter y la fama de esas poblaciones. No es el caso de Granada, que desde tiempo inmemorial, viene tratando de encontrar su vocación concreta por la que encaminar los necesarios esfuerzos para su desarrollo, en todos los órdenes.
Se pretendió, en los años sesenta y parte de los setenta, dedicar parte del desarrollo del territorio granadino para la instalación de polígonos industriales que, salvo muy contadas excepciones, para lo más que han llegado a servir ha sido para la distribución de bienes de consumo. Aparte de ello, algunos otros intentos, sólo han llegado a ser tímidos palos de ciego que no han arraigado verdaderamente, sin haber contado, tampoco, con una clase política que hayan sabido liderar y conducir hábilmente a las administraciones y a la sociedad por un ordenado y claramente vocacional camino del desarrollo.
Muy posiblemente ahora pueda ser una ocasión certera para dirigir el conjunto de los esfuerzos ciudadanos e institucionales en una misma dirección. La cultura, que es el aire que respira Granada, casi sin saberlo, desde hace siglos, es un conjunto de servicios y de bienes que económicamente ordenado, potenciado y desarrollado, es posible, perfectamente, que llegue a constituir el verdadero carácter y forma de vivir de esta maravillosa tierra de paisajes, monumentos, conocimiento y creación. ¿O no?
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