Notas al margen
David Fernández
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Acaba de conocerse la sentencia que condena a cadena perpetua por parte de un tribunal de Tailandia por el delito de asesinato y posterior descuartizamiento del ciudadano colombiano Edwin Arrieta. El caso de Daniel Sancho ha generado un enorme interés informativo en España y un gran impacto por la gravedad de los hechos juzgados.
Muchas son las derivadas de análisis de este caso pero merece la pena centrarse en algunos aspectos que, muchas veces, pasan desapercibidos. En primer lugar, pasar una larga condena en prisión supone un castigo de enorme nivel que, independientemente del tipo de delito cometido, afectará a la vida de quien sea la persona declarada culpable y condenada. La privación de libertad es siempre un asunto de gran transcendencia.
Es por eso que los procesos deben tener las máximas garantías en el desarrollo del correspondiente juicio y es cierto que no todos los países tienen sistemas judiciales homologables a los de los países democráticos occidentales.
De igual forma, los sistemas penitenciarios que orientan sus principios hacia el cumplimiento de penas con pleno respeto a los derechos humanos y orientados a la reinserción social, no son característicos de todos los países del mundo.
Queda mucho por hacer en esta materia y cabe reclamar un mayor esfuerzo de los Gobiernos para que lo más pronto posible se consigan garantías plenas de respeto a los derechos humanos en los sistemas penitenciarios, al igual que sistemas judiciales con todas las garantías exigibles en esta materia.
En el caso de Daniel Sancho, la posibilidad de que la condena se pueda cumplir en España es factible en teoría porque, desde 1983, España y Tailandia tienen acuerdo bilateral que podría aplicarse una vez se den las condiciones establecidas. Es algo que no será fácil. De ser posible, Sancho podría beneficiarse de un sistema que, aunque siempre mejorable, tiene más garantías.
De eso se trata. Por grave que sea el delito cometido, defiendo que estar en la cárcel con garantías es un derecho y no un lujo. También, que es imprescindible trabajar por la reinserción social. Derechos humanos, siempre.
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