La debacle

Confabulario

18 de agosto 2024 - 03:10

Dice don Javier Lambán, secretario general del PSOE aragonés, que el resultado electoral de 2027 será una catástrofe para su partido. Y la verdad es que razones no le faltan para pensarlo. La última ha sido la Padania pirenaica que el PSOE/PSC ha montando en Cataluña, bajo el mismo eslogan, o casi, con que don Umberto Bossi reclamaba su Padania alpina y trasalpina: “Roma ladrona”/ “España ens roba”. Qué envidia debe sentir don Umberto de sus émulos, hoy maestros, españoles. También dice don Javier Lambán que el proyecto de su partido se ha desdibujado; y el hecho es que la izquierda española, como el resto de la izquierda europea, se encuentra en zona de sombra, donde su viejo ideal igualitario se ha diluido en un acúmulo de particularismos y banderías menores, no siempre trasplantables al suelo común de la rive gauche.

Uno recuerda que, durante la “era Reagan”, era usual entre la izquierda señalar a las ONG y a los nuevos movimientos de corte racial, sectorial, etc., como manifiestamente contrarios a su ideología. No en vano, se sospechaba que había sido el “ultraliberalismo” el creador de tales organismos, como estrategia para debilitar la unidad sindical y la conciencia de clase. Los viejos lectores de Chomsky no se atreverán a desmentirme. Lo cierto es que hoy la izquierda está compuesta, en buena medida, por estas novedades. Novedades a las que deben añadirse el antiglobalismo, el ecologismo y un árido moralismo “woke”. Que todo este archipiélago de particularismos sea posible de conciliar es algo poco verosímil. Que entre dichos particularismos se halla la vieja reacción nacionalista, es algo que en España conocemos demasiado bien. Nadie confundirá a don Umberto Bossi con un adalid del progreso. Por iguales motivos que nadie debiera hablar de “progresismo” y “libertad” cuando se refiere a partidos vinculados a la defensa y promoción de las esencias patrias (y a la preservación y el aumento de privilegios), y no a los derechos del individuo. Me refiero, obviamente, a Bildu y a ERC. Pero también a Junts, PNV, BNG y cualquier otra formación deliberadamente esencialista y arcaizante.

Parece, en fin, que la izquierda posmoderna se ha perdido en el jardín de las esencias puras y se ha olvidado de la honorable defensa del desprotegido. El proyecto estrella de la izquierda española es una confederación –que no federación– de las regiones ricas, en claro detrimento de las pobres. Lo cual nos devuelve a la frase de Lambán, y a la izquierda inhóspita, gregaria, opuesta a la igualdad, que hoy nos gobierna.

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