
Quousque tandem
Luis Chacón
La sublime elegancia de la tradición
No suele esta columna analizar asuntos que otros colegas tratan a diario en el ámbito nacional e internacional, sin embargo esta del viernes de Pascua va a romper esa máxima autoimpuesta, ante lo que se me antoja una de las mayores indecencias de este Gobierno, como es la adquisición de material armamentístico al estado genocida de Israel.
Por mucho que uno intente comprender a Pedro Sánchez y sus infinitos cambios de parecer, que le han llevado a decir una cosa y hacer la contraria en numerosas ocasiones, por aquello de hacer de la necesidad virtud y de garantizar su supervivencia política, hay límites que resultan intolerables traspasar y este que hemos descubierto hace solo unos días, es el más indigno de todos.
Si la postura tancredista de la Unión Europea de no mover un dedo ante las salvajadas que desde hace casi año y medio está cometiendo el gobierno sionista de Israel contra la población civil e indefensa de Gaza –ya van más de 50.000 víctimas inocentes, muchas de ellas mujeres y niños–, es de todo punto inaceptable comerciar con empresas del estado que ampara semejante brutalidad no tiene un pase y hacerlo con su industria armamentística es repulsivo, sobre todo viniendo de un Gobierno como el nuestro que ha hecho y teóricamente hace bandera de la defensa de las víctimas de la barbarie.
Aunque haya quien piense que esta será otra tormenta política en un vaso de agua, me temo que la quiebra de confianza que semejante indignidad puede causar en cualquier votante con un mínimo de sensibilidad y decencia puede ser incalculable.
Escuchar, como hemos escuchado a Pedro Sánchez, decir hace unas semanas en sede parlamentaria que no nos preocupáramos porque no habría comercio armamentístico alguno con Israel y enterarnos solo unos días después de que no solo no se han suspendido los contratos precedentes, sino que se han firmado casi una decena nuevos, es absolutamente demoledor, no solo para la credibilidad del presidente, sino para sus credenciales éticas y su aparentemente irrenunciable defensa de los Derechos Humanos.
Pedro Sánchez ha vuelto al marxismo, pero al de Groucho Marx, por aquello de “estos son mis principios y si no le gustan, tengo otros” y me temo que con independencia de la pelea que esta decisión le esté suponiendo con sus socios de Gobierno, semejante indecencia le va a costar mucho más en lo que se refiere a la confianza de millones de españoles, atónitos y descorazonados ante tamaña trapacería.
Se puede y se debe dar marcha atrás en esos contratos y si hay que pagar una multa de seis millones de euros, se pagan y al menos se salva la dignidad y la decencia de todo un país.
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