La esquina
José Aguilar
Un fiscal bajo sospecha
Hace tres años y cuatro días que dedicaba esta columna a eso de las medallas olímpicas, lo titulaba ‘Medallero autonómico’, y tentado estaba a enviar la misma redacción al diario pero hubiera sido una falta de respeto a los lectores. Lo cierto es que, pasado ese tiempo, las disputas autonómicas a las que me referí siguen vigentes y ya aburren más que las bufonadas de algunos políticos huidos (dos veces), las mentiras o cambios de opinión del inquilino, aspirante a propietario de la Moncloa, o la cara de cemento armado de los ministros y ministras (nadie se ha declarado aún ministre) diciendo lo contrario de lo que dijeron, no hace tres años, sino tres meses o tres semanas.
Y al igual que en anteriores Juegos Olímpicos asistimos al histerismo colectivo de decir que llevamos no sé cuántas medallas, que aspiramos a otras tantas y que todavía podemos superar las de otros juegos que tomamos como referencia, aquellos del 1992 que fueron la ‘repera’. Quizás imbuidos por el insoportable chovinismo francés, hasta algunos medios de prensa de otros países europeos lo han comentado, estamos llevando lo del conteo de medallas a un paroxismo bastante absurdo. Hasta hay un conteo de eso de las medallas de chocolate, lo de quedarse cuartos.
En los Juegos del mundo antiguo el nombre del atleta se registraba junto a su ciudad natal. Ahora el mérito se lo lleva el país y el medallero es por naciones. Me pregunto qué sentido tiene esa manía de la lista de países cuando vemos que muchos atletas participan con nacionalidades digamos que camufladas, postizas o directamente completamente falsas. Cierto es que en muchos casos puede deberse a razones humanitarias, de acogida, emigraciones forzadas y otras causas plenamente justificadas, incluida la globalización completa de los movimientos humanos, pero me resulta chocante la obsesión por himnos y banderas que llenan los comentarios de las televisiones y los medios especializados. ¿Tendremos que contar como propia la medalla de oro de una taekwondista nacida y criada en Tenerife que entrena en Madrid pero que no representa España sino a Hungría pues sus padres son de allí? El medallero me resulta falso.
Excluimos a unos países por ser agresores en guerras, pero dejamos participar a otros que siguen masacrando a civiles. No he oído ni una sola mención a aquello que se llamaba la tregua olímpica. ¿No se decía que se paraban los conflictos durante la celebración de los juegos? Claro que aquello era en el bárbaro mundo de la antigüedad. Ese mismo mundo antiguo en que viven algunos países que obligan a sus mujeres a competir con indumentarias absurdas. Cada cuatro años me cuesta más creer en eso que llaman el espíritu olímpico. Vale.
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