Desinformación

Desinformar no es otra cosa que dar información a alguien ocultando o falseando hechos intencionadamente. Implica, por tanto, querer influir en la opinión de otra u otras personas con algún fin oculto.

La sociedad nutre en buena medida sus opiniones y valoraciones sobre los asuntos de interés en base a las informaciones que se ofrecen desde los medios de comunicación, los cuales tienen la obligación de regirse por las leyes y por códigos éticos de buena praxis que no debieran ser desatendidos.

De igual manera, los profesionales del periodismo están llamados a ofrecer un trabajo basado en la ética para poder cumplir su importante función en una sociedad democrática y, para ello, deben cumplir al milímetro las exigencias de buena práctica que garanticen un buen servicio.

En la actualidad hay un debate sobre las informaciones falsas y los bulos ya que, cuando se producen, afectan a la calidad de la democracia y pueden llevar a la ciudadanía a posiciones basadas en los intereses ocultos de quienes fabrican esas informaciones tendenciosas.

Pero hay que tener en cuenta que la desinformación es también producto de la ausencia de conocimiento sobre los asuntos de interés; es demasiado habitual informarse y opinar de las cosas de una forma superficial eludiendo el análisis profundo sobre la complejidad de los asuntos.

Si a ello se une la influencia de la comunicación por redes sociales que trasladan mensajes cortos y continuos, vemos que la lucha contra la desinformación es compleja. Habrá que ir paso a paso pero orientando acciones en clave educativa porque muchos de los retos que tenemos como sociedad tienen su fundamento en cambios tecnológicos, sociales o culturales. Ello interpela al ámbito universitario y educativo en general.

El Gobierno ha anunciado un paquete de medidas de regeneración democrática para combatir la desinformación y, más allá de los debates políticos superficiales, ojalá aprovechemos la oportunidad sobre las futuras medidas, para reforzar y definir nuevos límites y estrategias que permitan evitar al máximo la desinformación sobre los asuntos públicos dejando por obsoletas prácticas que, hoy, perjudican gravemente a la sociedad.