El lanzador de cuchillos
Martín Domingo
Superioridad femenina
Sensaciones extrañas ayer. Las mismas que cuando fui hijo. Sentirme incomprendido cuando mi padre me regañaba, creer que era imposible hubiera otros más severos que ellos. Si la conversación giraba sobre la hora de vuelta a casa, siempre había uno que le dejaban más que a mí. Un padre con más manga ancha, uno que justificara mi desapego adolescente, mi eterna sensación de sentirme incomprendido. El paso del tiempo me dejó la sensación de no haber sido un buen hijo. De aquella juventud me queda la mala conciencia. Apenas quedó tiempo para dibujar un “perdona”, “estaba equivocado”. Apenas un guiño de complicidad, de mesura, de hacerles ver que aprendimos su lección.
Esa sensación de deuda paterna va quedando de generación en generación, y quizás hoy sea el día en que nuestros hijos repiten la historia: mismas expresiones, mismos desapegos, mismas desaprobaciones… y surge la duda de ser padre o simplemente colega. Salvar distancias de otras épocas, pero nunca el lugar, la norma, ni el oficio. O, al contrario, sentirnos y sentarnos en su hilera, procurando y aceptando cuanto nos exijan, quieran ser y deseen tener.
Propongo dibujarles la necesidad de vivir, de ser felices con ellos y con el mundo que les rodea. Propongo enseñarles la libertad de crecer, sabiendo que en sociedad hay normas que han de cumplir conforme crucen etapas de su vida. Propongo aceptar sus errores, propongo aceptar los nuestros. Propongo llorar juntos. Propongo educar seres humanos. Con corazón y todo. Propongo desterrar el ombligo propio. Reímos y lloramos más cuando nos dedicamos al ombligo ajeno. Propongo crecer con lo justo; lo demás, Dios proveerá. Propongo cambiar la Nintendo por una reunión en familia, el móvil por un viaje en familia, la play por un campamento Anawin.
El Día Internacional de las Familias se celebra el 15 de mayo de cada año para crear conciencia sobre el papel fundamental de las familias en la educación de los hijos desde la primera infancia, y las oportunidades de aprendizaje permanente que existen para los niños y los jóvenes. Por ello, propongo también sentir antes que aprender, permitir que se equivoquen, que retrocedan, que se estrellen, que se caigan. Que vuelvan a levantarse. No será fácil para ellos. Tampoco para nosotros. Pero creo que en ello radica, antes y también ahora, el oficio de crecer en familia.
Dice Hugh Jackman que una familia puede enfadarte como nadie, pero también es lo que hace que la vida merezca la pena. Mirando a mis hijos y mi mujer, recordando a mis padres, conviviendo con hermanos, suegros, cuñados… hoy la vida, claro que merece la pena.
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