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En cualquier ámbito de la vida social, el diálogo se considera como un método imprescindible para mejorar las cosas. Esta afirmación es válida para la vida personal (relaciones personales, familiares o de pareja), para la vida social o para la mejora de las organizaciones públicas y privadas.
Para la política, el diálogo ha sido el método que ha permitido grandes acuerdos de enorme importancia y trascendencia. En España, la recuperación de la democracia, la elaboración y aprobación de la Constitución del 78, los Pactos de la Moncloa o el Pacto de Toledo de las pensiones son ejemplos de acuerdos importantes que han mejorado la vida de las personas.
Pero es que el diálogo solo es un método útil si se cumplen algunos requisitos imprescindibles como pueden ser la consideración del otro como alguien a quien hay que respetar, el despliegue de una enorme capacidad de escucha o la valoración de la importancia de llegar a acuerdos con una actitud favorable a la cesión.
En la actualidad es una evidencia que, en el ámbito de las políticas públicas, el diálogo es algo que se echa en falta y tiene como consecuencia la generación de tensiones políticas que impiden resolver algunos problemas que requieren reformas sostenibles y, por tanto, acuerdos o consensos generados con diálogo. Ningún conflicto se resuelve de verdad y de manera sostenida en el tiempo, si no se aplica diálogo como método para buscar acuerdos.
Pero esto, como se ha señalado anteriormente, no es solo una cuestión aplicable al ámbito de las políticas públicas. En los equipos, el diálogo sincero es el mejor método para conseguir la mayor fortaleza y cohesión y abrir el camino al éxito de las relaciones.
Sucede, no obstante, que saber dialogar es algo que no está al alcance de todos desgraciadamente y, por eso, la falta de diálogo es una característica bastante común en familias, organizaciones y empresas públicas o privadas.
En política, echamos en falta que el diálogo sea una constante para permitir abordar soluciones a los asuntos que nos interesan como sociedad y cabe reclamar un esfuerzo de diálogo real y sincero.
En conclusión, trabajar en dar valor al diálogo como método y hacerlo desde el ámbito educativo, familiar e institucional, nos daría enormes opciones de hacer posible un mundo mejor.
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