La Rayuela
Lola Quero
Nadal ya no es de este tiempo
Empezaré advirtiendo que, como acostumbro en los últimos años, les dejaré tranquilos durante estos meses de verano, donde el calor influye en la fluidez de las ideas. No diré, como Sánchez, que me voy a tomar un periodo de reflexión, porque ya sabemos lo que sale de esa mente privilegiada: cualquier cosa que sirva, exclusivamente, a sus intereses personales, entre ellas la ley de amnistía –realizada al dictado de Puigdemont, porque necesitaba los votos de Junts para mantenerse en el poder–, ley que el Supremo no considera aplicable a varios dirigentes del procés, entre ellos al propio Puigdemont. El Gobierno ha mostrado su disconformidad con la decisión del alto tribunal, sin tener en cuenta que aprobar leyes para favorecer solo a una partida de socios que delinquieron y fueron juzgados con todas las garantías de un Estado de Derecho es una anomalía injustificable. Si además se exige que los tribunales acepten cualquier bodrio por intereses políticos raya en lo esperpéntico.
Al mismo tiempo otro organismo, el Tribunal Constitucional, ha exonerado a los sentenciados por el histórico caso de los ERE, de casi todos los delitos, lo que ha provocado la crítica del PP que ha llegado a culpar al también alto tribunal de dictaminar por las presiones del Gobierno.
En medio queda un desorientado ciudadano, sobre dónde está la razón, porque uno de los asuntos más preocupantes no son ya los enfrentamientos políticos, entre Gobierno y oposición –naturales y a los que estamos acostumbrados–, sino entre los máximos representantes del poder judicial. No parecen normales esas discrepancias judiciales de tanto calado, pero hay que respetarlas. De lo contrario vamos a encontrarnos con un país desconfiado en sus instituciones, dividiendo a todos, jueces incluidos, en ‘buenos’ y ‘malos’ –progresistas o ‘sanchistas`, como los considera la derecha, y conservadores, a los que también los califica el propio Gobierno de extrema derecha– para desembocar en un peligroso disparate nacional, cuyas consecuencias preocupan.
Nos espera un verano abrasador, no sólo meteorológicamente, sino de la política activa: Sánchez, por ejemplo, prepara una lluvia de medidas para lo que llama ‘regeneración democrática’ (¡!), para que el disparate continúe. Haremos una pausa y espero reencontrarnos cuando pase este bochorno climático y político. Mientras tanto, disfruten de lo que queda del notable Festival de Granada, distinguiendo, como recomendaba García Román, entre compositores e intérpretes. ¡Feliz verano!
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