Elonator

Gafas de cerca

Elon Musk es el hombre de moda. El otro magno influencer, el presidente Trump, lo ha nombrado administrador del DOGE o Ministerio de la Eficiencia Pública, cuya encomienda es racionalizar y jibarizar la plantilla y otros recursos, principalmente los de su negociado natural, la tecnología. Su incorporación al Gobierno es aplaudida por algunos con la creencia de que quien tiene éxito en los negocios está más cualificado para la gestión gubernamental. Aunque un cliente sea el propio Estado, como es el caso de Musk. La certeza acerca de la transmigración del talento desde lo corporativo a lo político es un acto de fe: algo perfectamente no demostrado.

En sentido contrario, el mítico Churchill sólo ejerció como funcionario y político de carrera. Evitaremos aquí inventariar batacazos de ejecutivos nivel Maradona cuando se hicieron cargo público o ministro. Tampoco, claro está, garantiza eficacia en este menester el ser político de carné con un título rampado por cucañas militantes. Un detalle curioso es que Musk no sólo es contratista de la NASA, sino que fabrica coches eléctricos, pura “agenda verde”: uno de los enemigos de Trump, que eso declara con su consustancial espíritu de contradicción, ¿o será de caos?

Parece cierto que Elon Musk es un jefe colérico hasta el insulto, algo así como el señorito Iván de Los Santos Inocentes, pero en alta tecnología. Trump ya demostró, junto con Vance, trazas de ese pelaje en la infamante encerrona a Zelesnki, presidente ucraniano, en el papel de Paco “el Bajo”. La caña y la bronca están de moda, gustan las tragantadas en la cúspide del poder mundial, la Casa Blanca. Hablando de gasto público, EEUU es un país con una sobresaliente tasa de empleados públicos, y computemos ahí su todopoderoso ejército: un indispensable y silente cimiento de su poderío económico.

Tres comentarios sobre Musk en un reciente simposio en Wharton. “Está haciendo que los dictadores vuelvan a ser geniales en la Historia”. “Nos está devolviendo el poder a los máximos ejecutivos [CEO]”. “Su éxito evidencia que es mejor que te teman a que te quieran”. Este último es de un gran inversor. Al hilo de él, planteemos explicaciones al desbarajuste en curso: si yo hago estallar la bolsa con una tablilla de aranceles input-output, y el mercado de valores pega un gran bajonazo de sólo dos días, cuando de súbito resurge a lo bestia el mercado, ¿no se forra quien tenga información de primera mano y maneje hilos intrazables y, pongamos, tiene muy poca vergüenza? ¿Pudiera sospecharse tal tejemaneje en el individuo de la tabla y sus pretorianos, tan amados por no pocos españoles que no olerán un pedo de su poder ni verán un duro de sus negocios? ¡Antisistema, ellos!

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