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La Declaración de Córdoba de la Asociación Médica Mundial sobre la Relación Médico-Paciente, adoptada en 2020, define la relación médico-paciente como “una actividad moral que surge de la obligación del médico de aliviar el sufrimiento y respetar las creencias y la autonomía del paciente”. Esta declaración define explícitamente la necesidad de que el profesional de la medicina que atiende a la persona enferma no solo tenga suficientes conocimientos científicos, sino que además tiene que poner en la práctica unas mínimas habilidades sociales para el alivio integral del paciente. Hasta ahora una relación empática con los pacientes era considerada como un “extra”, deseable en el médico y beneficioso para el bienestar anímico del paciente. Los que me conocen saben que considero la profesión médica desde una perspectiva profundamente humanista, entendiendo que el acto de curar no solo se limita a la prescripción de medicamentos o intervenciones quirúrgicas, sino que hay que ir más allá y ponerse en el lugar de persona enferma, entendiendo y compartiendo sus sentimientos. Esto es ser empático. Creo que en el acto médico la relación médico-paciente debe establecerse visualmente, al menos en una primera visita, y ha de estar basado en una interacción empática. Mi experiencia me decía que esa empatía francamente podía ayudar a mejorar a los/las pacientes de su proceso patológico, aunque ciertamente este hecho no podía demostrarlo de forma fehaciente. Pues por fin tenemos evidencia científica al respecto. Ya en una revisión publicada en 2013 en una prestigiosa revista británica de medicina, se mostraba que la empatía del facultativo podía mejorar la satisfacción del paciente y reducir su estrés y ansiedad. Además, demostró que esta actitud empática podía aumentar la información que el paciente recordaba de esa consulta mejorando su bienestar en enfermos con diabetes, hipertensión e incluso con cáncer. Una revisión en 2023 en la revista Health Communication concluye que la empatía del médico “es fundamental” en la comunicación médico-paciente e influye significativamente en los resultados del paciente, facilitando la curación, mejorando la adherencia al tratamiento y disminuyendo el impacto emocional de la enfermedad. Además, es beneficiosa para el médico, pues disminuye la prevalencia del síndrome de desgaste profesional o burnout que presentan uno de cada cuatro médicos españoles en la actualidad. La empatía pues es una herramienta que garantiza el alivio del sufrimiento del paciente y evita el burnout del médico y que debería entrar dentro de las materias obligatorias de formación en la facultad.
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