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SOSTIENE el principio de Arquímedes que todo cuerpo sumergido en un fluido en reposo experimenta un empuje vertical hacia arriba igual al peso del fluido desalojado. Hagamos el experimento: convirtamos por un momento al PSOE en agua, y al PP en una piedra. Vertamos el líquido socialista en un tubo de ensayo y dejemos caer la piedra popular sobre él. ¿Qué ocurre? Que el cuerpo sólido ha desalojado el 14% del líquido contenido en la cubeta. Efectivamente: el PP ya les ha birlado, en la enojosa virtualidad de los sondeos demoscópicos, tal porcentaje de votos a sus oponentes socialistas. Sólo un pero: el principio de Arquímedes no es verificable cuando el líquido en cuestión no está en reposo, como es el caso del PSOE, cuyas aguas bajan revueltas, ni cuando el presunto objeto sumergido no se sabe bien si es sólido, gaseoso o ectoplasmático. ¿Por qué ponemos esta objeción? Porque el empuje hidrostático de Rajoy no está demostrado aún. Fijémonos una vez más en las enojosas encuestas y veremos que su valoración como líder sigue por debajo, atención, de políticos como Artur Más, Durán Lleida o Rosa Díez, y, dependiendo de quién haga el muestreo, por debajo del mismo Zapatero. Y la nota que obtiene, en una escala de 0 a 10, siempre está por debajo del aprobado. Esto es, suspenso.
Cuando ocurre una anomalía de este tipo, cualquiera con un poco de espíritu científico debería preguntarse el por qué. ¿Quién es Rajoy? O ¿Qué es Rajoy? La respuesta, más que en Pascal o Newton, la vamos a encontrar en Iker Jiménez o el eximio doctor Jiménez del Oso. Rajoy es un OPNI (Objeto Político No Identificado). No sabemos si es un pájaro o un avión, una liebre o una tortuga. Sólo sabemos que tiene barba, que es de derechas y que pone mucha convicción cuando no dice nada, pero por lo demás, ni sabe ni contesta. Asuntos de gravedad han acaecido en nuestro país y lo único que ha propuesto para resolverlos y/o enmendarlos es que dimita Zapatero, aduciendo que todo lo que hace el presidente es surrealista, desastroso o las dos cosas a la vez, y, en el colmo de la indolencia, cuando se le piden detalles responde que está cansado de hablar de Zapatero. Hemos de inferir por tanto que las recetas de Mariano para solucionar los problemas, o bien se las guarda o no las tiene.
Su última intervención política de calado fue en verano, cuando lo vimos abrazando la imagen de Santiago Apóstol. Ese gesto simbólico fue acompañado de una declaración de innegable importancia. Nuestro hombre pidió ayuda al Apóstol en la lucha contra las adversidades que afronta nuestro país. No conocemos aún la respuesta del Santo Patrón, pero mucho nos tememos que Rajoy, tal vez consciente de su falta de solidez, no las tenga todas consigo y necesite la ayuda celestial para encontrar el camino a La Moncloa y poder gritar, como Arquímedes, eureka en 2012.
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