España, capital Bruselas

Crónicas levantiscas

27 de junio 2024 - 03:08

Esteban González Pons es lo que por aquí, en el sur, llamamos un cursi sin remedio, un político de virtudes con nefandas incursiones en el mundo de la novela y de la poesía, tal como quiso demostrar este martes en Bruselas al referirse a la película Casablanca para definir su affaire con Félix Bolaños después de dos años de negociaciones para repartirse el Consejo General del Poder Judicial: “Este es el principio de una gran amistad”. Aun a riesgo de emularle, sirva el filme de Michael Curtiz para valorar lo sucedido: “Siempre nos quedará Bruselas”.

Ese martes confluyeron en la capital europea varias líneas paralelas de ésas que parecen destinadas a no encontrase nunca, y que vienen a indicarnos que España aún está lejos de convertirse en Estados Unidos, un país roto donde la democracia está amenazada de verdad por un enfrentamiento que podríamos definir como guerra civil híbrida, sin frentes tradicionales pero con una voluntad de las partes de aniquilar a un contrario convertido de modo definitivo en enemigo.

Casi a la vez que Félix Bolaños y Esteban González Pons anunciaban el acuerdo para renovar el Consejo del Poder Judicial y reformarlo mediante una ley bajo la mediación de la Comisión Europea, los negociadores socialistas y populares cerraban con los liberales los cuatro nombres que dirigirán la nueva legislatura comunitaria: Ursula von der Leyen, Antonio Costa, Roberta Metsola y Kaja Kallas. La derecha populista se quedaba fuera de la ecuación, Meloni tiene garantizado un puesto en la Comisión, pero no ha podido romper el pacto originario de la Unión.

Pedro Sánchez ha sido uno de los comandados por la familia socialista, un grupo que no ha puesto ningún reparo a la elección de la candidata del PP europeo para renovar su mandato al frente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Y parecía que España iba a entrar en combustión durante la pasada campaña.

El pacto del Consejo General del Poder Judicial aliviará la crispación española o, al menos, demostrará que ésta tiene bastante de teatralización; la bronca ha regresado al campo de los exaltados, a Vox y a la izquierda del PSOE, y una vez más daremos las gracias a Bruselas por servirnos de colchón entre los dos ánimos patrios que, tal como demuestra el acuerdo de la Comisión Europea, ni son tan distintos ni están tan lejanos.

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