El esperpento

La esquina

10 de agosto 2024 - 03:08

Lo malo de la última bufonada –de momento– de Carles Puigdemont es que nos ha retratado ante el mundo. Él es un personaje esperpéntico en sí mismo, y ahora ha conseguido desnudar ante el espejo el esperpento de la política española.

¿Alguien se imagina, por ejemplo, a un prófugo de la Justicia de Francia durante siete años, en busca y captura por delitos muy graves, presentándose en París para dar un mitin, escoltado por el presidente de la Asamblea Nacional y contemplado por trescientos gendarmes... y desapareciendo en plan Houdini tras mentir una vez más y engañar a su cada día más escuálida cofradía de devotos?

Rehúyo todo lo que puedo los golpes de pecho, el rasgamiento de vestiduras y las palabras rimbombantes –demasiadas veces escondite de pensamientos inanes–, pero este circo de Barcelona, en el que el mismo artista hace de acróbata temerario y payaso desabrido, tiene una gravedad inesquivable: una humillación para el Estado democrático. Para sus jueces, sus policías y sus leyes. Cometido con delectación por el tipejo que hizo posible la investidura del actual presidente del Gobierno, y que sigue teniendo en sus manos la continuidad del mismo y la fijación en cada momento del precio a cobrar por ello.

Se pone el foco, con razón, en la incapacidad de los responsables políticos y orgánicos de los Mossos d’Esquadra para proceder a la detención de Puigdemont en cumplimiento de una orden del Tribunal Supremo. Cierto: o fueron negligentes o fueron engañados por el prófugo reincidente, que no sé qué es peor. Ahora bien, la orden de busca y captura obliga igualmente a la Policía Nacional y la Guardia Civil, llamadas a detener a Puigdemont en cuanto cruzara la frontera y entrara en territorio nacional (lo hizo, al parecer, dos días antes del espectáculo). El ministro del Interior no se ha dignado a hacer una pausa en sus merecidas vacaciones para explicar esto. Tampoco su compañera de Defensa ha informado sobre los motivos que tuvo para desactivar el operativo del Centro Nacional de Inteligencia en el control de los movimientos de Puigdemont en su autoexilio. Una pista: la vigilancia se abandonó a finales de 2023. Poco después del pacto mediante el cual los siete votos de Junts en el Congreso su sumaron a la llamada mayoría progresista para investir al presidente que había perdido las elecciones.

El Gobierno salvó a Puigdemont de la cárcel gracias a la amnistía y de su fracaso irreversible como mesías de la independencia. ¿Cómo iba a criticarlo por su esperpento del jueves? Silencio absoluto.

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